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Juan José Aguirre "se encuentra tranquilo y atendido", después de haber sufrido ayer un infarto, el segundo en tres años. El obispo de Bangassou (Centroáfrica) sufrió una indisposición -al principio se hablaba de un fallo renal- y está en la capital del país, Bangui, a la espera de que la Fundación Bangassou y el Ministerio de Asuntos Exteriores consiga fletar un avión medicalizado para trasladarlo a Córdoba.

"Estamos muy preocupados, como es normal", nos cuenta su hermano, Miguel Aguirre, que se encuentra al frente del operativo. "La situación que él está viviendo, la que está sufriendo el país, le ha generado un fuerte estrés, que puede ser la causa del infarto", subraya, si bien confirma que el obispo está "atendido y medicalizado", y que está acompañado por el cónsul español en Centroáfrica y el embajador de nuestro país en Camerún.

"Estamos a la espera de que aparezca un avión que nos lo traiga a Córdoba, donde ya está todo dispuesto", asegura Miguel Aguirre, quien no obstante entiende la dificultad de encontrarlo con rapidez. "Pocos quieren ir a Centroáfrica", lamenta.

Monseñor Juan José Aguirre Muñoz nació el 5 de Junio de 1954. Su vida iba por la senda de la medicina hasta que decidió dedicarse al sacerdocio a través de la Congregación de los Misioneros Combonianos.

Ordenado Obispo de Bangassou en el año 2000 tras ser nombrado coadjutor de su predecesor, dejó atrás todo lo que conocía para dedicarse a ayudar a quienes más lo necesitan. Lejos de su bellísima ciudad natal y de su gente, cada día da lo más preciado que un hombre puede tener: sus ideas y su tiempo, con el único objetivo de evangelizar y ayudar a los más pobres.

Con la ayuda de Instituciones públicas y privadas ha construido varios hospitales entre los que se encuentra el Buen Samaritano, capaz de ofrecer asistencia a embarazadas, enfermos de SIDA en incluso realizar operaciones quirúrgicas.

Este mismo fin de semana escribía el que hasta la fecha es su último artículo para Religión Digital, titulado "En la boca del lobo". Ahora, Juan José Aguirre está a la espera de un avión medicalizado para ser tratado de su segundo infarto en dos años, y poder regresar cuanto antes -estamos convencidos- a luchar por un mundo más justo y por una sociedad pacificada en Centroáfrica, país que el Papa Francisco visitará antes de concluir el año.

Jesús Bastante - 11 de mayo de 2015

 

En la boca del lobo

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Acaba de caer un chaparrón tropical, negro y con mucho aparato eléctrico. La selva está preñada de humedad. La gente está contenta porque ya pueden ir a sembrar los cacahuetes. Estoy recorriendo un largo trozo de pista en el este de Centroáfrica, donde en estos primeros meses de 2015 la LRA se ha regalado a placer con vejaciones, robos, secuestros y otras atrocidades.

Se habla mucho de los secuestros del Boko Haram en Nigeria, pero aquí llevamos viviendo 8 años de calvario y aún siguen más de 300 jóvenes, en régimen de esclavitud, desaparecidos en la selva, "missing" de sus más allegados, desesperación de sus padres y familiares. Hablo con ellos durante toda la visita que dura ya 12 días, itinerante por tierras mojadas y esperanzas rotas. Después de la Misa, me siento a pelar un mango y escucho sus penas. "Se lo llevaron hace 6 años" me dicen David y María, con 13 años". ¡Su hijo!. Ahora dicen que, con 19, lo han entrevisto con un arma en las manos, joven zande con síndrome de Estocolmo, reconvertido a una causa perdida de antemano y capaz de partir el alma en pedazos, la suya y la de quien pille por delante.

En estos 12 días no he visto un solo soldado de Naciones Unidas congolés, los que están en esta zona. Dicen que están por aquí para proteger a la población. Su rancho, de más de mil millones de euros al año, pagado por O.N.U., viviendo a cuerpo de rey, es de lo más escandaloso que he visto en Africa en estos años. Un experto de la ONU vino desde Francia hace un mes para decir que éstos soldados están haciendo un "excelente" trabajo, que "merecerían más dinero para poder trabajar mejor".

Todos nos miramos de reojo y nos decimos que estamos viendo dos películas diferentes, o que como mínimo, este hombre o está ciego o es un mentiroso consumado. Mi pueblo se muere de hambre y de miedo y estos soldados de la ONU van a su aire, hacen cientos de kilómetros para ir a buscar agua embotellada y precintada. Pocos kilómetros más allá, están los soldados ugandeses. Tanto de lo mismo. Están mejor pagados que en su país. No tienen ningún interés que el "affaire LRA" termine. Me fui de un pueblo llamado Guinekoumba a mediodía. (¿a quién interesa ese pueblo perdido en la selva? ¡Sólo a mí!) A 15 km me enteré de que esa misma tarde la LRA había atacado el pueblo, robado todo, secuestrado 3 jóvenes como porteadores, creando la desolación y la amargura en todas sus casas. Machacan sólo a los pobres. La gente me mandó mensajes diciéndome que "me habían pasado rozando, que se alegraban que yo ya me hubiera ido cuando atacaron". Yo los vi medio escondidos, en la lejanía, cuando me iba de Guinekoumba. Las hermanas me dirían luego que me paseé por los dientes del lobo.

Todavía ningún soldado ha pasado por alli para enterarse del ataque. Dicen que no han venido a Centroáfrica "para morir por este mísero pueblo", mientras que cobran salarios de órdago, viven a sus anchas y fecundan a cualquier chica que se presente, entre 15-17 años, son sus preferidas, por una lata de lentejas. Ya lo denuncié en otro artículo pero tuvo poco eco.

Ahora se habla mucho del tema porque se trata de soldados franceses. Pero también están implicados soldados de Guinea Ecuatorial y chadianos, pero ya os digo que he sido testigo de lo que hacen en Nzacko los ugandeses o los congoleños en Bangassou. Carne fresca desesperada, que te deja entrar y desahogarte a cambio de una lata de sardinas. Se habla mucho de un grupo de franceses en el campo de desplazados de Mpoko, el aeropuerto de Bangui, pero de otras nacionalidades están también de esta mierda hasta el cuello. Por cierto que las latas son "made in Alicante" y llegan a través de los Emiratos Árabes.

Negocios de millones de euros, que luego algunos usan para tirarse a los blancos más frágiles. Con ellos he hablado y me lo cuentan. No os escribo de oídas. Mientras, en Bangui, lleva varios días celebrándose el Forum de la reconciliación, 600 personas venidas de todo el país, para abrir vías de paz. Llevan discutiendo en sesiones maratonianas sobre el mucho mal que se ha hecho por Selekas y anti balakas, por haber hundido Centroáfrica en un pozo sin fondo y sobre las vías de salida del túnel para preparar unas elecciones a condición de que los muchos guerrilleros armados dejen el bandidaje y dejen el resto de la población en paz. ¡Ardua tarea!

¡Ojalá no que todo al final en papel mojado! Basta salir a 12 km de la capital, para darte cuenta de que estamos aún muy lejos de una convivencia pacífica, que las barreras siguen en pie abusando de quién las quiera pasar y que la inmensa mayoría del pueblo centroafricano, musulmanes, cristianos y animistas confundidos, están hartos de abusos y olor a podrido y quieren simplemente volver a sus campos y sembrar los cacahuetes, aprovechando esta manta de agua que está cayendo y que fecunda la tierra y les llena de esperanza, a condición de que, desde el borde de sus campos, ningún indeseable les explote la cabeza con una certera bala blindada de un kalasnikoff de origen extranjero.

Juan José Aguirre - 5 de mayo de 2015