DIEZ MINUTOS EN SILENCIO
Diez minutos en silencio
40
Salmo 21
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
A pesar de mis gritos, mi oración no te alcanza.
Te grito de día, de noche
No respondes. No me haces caso.
Hiciste igual con mis padres.
Confiaron en ti.
A mi padre no le oíste.
A mi madre le ayudaste
para no caer en la desesperación.
He llegado a ser un gusano y no hombre.
Sabes que algunos me desprecian:
“sabe teología; habla de Dios, pues que se vaya con su Dios”.
Dura. Durísima oración. Cruel final de una vida.
Acta notarial de un fracaso total.
El más sublime acto de fe.
No seria extraño que tuvieras que gritar así alguna vez,
desde muy dentro.
¡Ojala nuestra fe en Dios sea más fuerte que su silencio!