JESÚS DE NAZARET    

                             
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GALILEA Y TEOLOGÍA,

IDA Y VUELTA

 

 

De la historia al Cristo de la fe

 

Los discípulos, los paisanos de Jesús tuvieron que hacer un recorrido muy distinto al nuestro. Ellos tuvieron que pasar de un Jesús vecino, sudoroso, perseguido, vencido y ajusticiado al Cristo de la fe. Para ellos, lo evidente era el Jesús histórico. Para ellos lo difícil fue convertir esa historia en eternidad; aquella cruz en resurrección; la muerte en vida; el fracaso en esperanza.

 

Muerto el Jesús de la historia, por los indicios que entrevemos, se abrió un proceso lento, duro, hasta que en cada uno de los seguidores del Jesús histórico, triunfara el Cristo de la fe. Léase a modo de ejemplo el capítulo 10 de los hechos de los apóstoles. Es preciso limpiar de adornos literarios esa narración para captar el drama interior de Pedro en su lento proceso de aprendizaje.

 

Se tardó mucho en aceptar comunitariamente al Cristo de la fe. La resurrección, al ser una vivencia vital, real, dentro del ámbito de la fe, cerrada ya la historia, es un acontecimiento que empezó, muerto Jesús.

 

Una resurrección, fuera ya del tiempo, que se verifica en cada creyente. Aún hoy el Resucitado se hace el encontradizo contigo, o conmigo cuando, sumidos en la depresión, huimos a nuestro Emaús. O rompe los cerrojos de tu miedo interior y te enseña sus manos. O incluso abre la clausura de un convento enredado en la antigua Ley.

 

El Jesús de la historia ha terminado, pero su resurrección continúa. Por eso las narraciones de las apariciones de Jesús no son narraciones periodísticas sino experiencias de fe que transforman a los hombres. No sólo se dio esa realidad. Se sigue dando. Claro que estamos hablando de otra dimensión: la de la fe.

 

 

Del Cristo de la fe al Jesús de la historia

 

Nosotros caminamos a la inversa de los discípulos. Intentamos encontrar al Jesús de la historia, aquel Galileo, pero empezamos por el Cristo de la fe. Y hemos de confesar que nos resulta muy difícil y extraño identificar los borrosos rasgos del Jesús histórico en las imágenes de nuestros altares. Más complicado resulta comprenderlo al recitar el credo; imposible encontrarlo paseando por el vaticano, ni rodeado de obispos, o curas. No imaginamos su habitat en las catedrales.

 

Y es importante encontrar al Galileo, porque todo empezó en aquella historia. Quien movilizó el mundo, quien trajo la gran ilusión, quien sembró la semilla, quien provocó la discordia, quien trajo “la guerra y el fuego” fue el Galileo de Nazaret.

 

Cierto, aquella historia pasó y lo que permanece es el Resucitado, el Cristo de la Fe. Pero el que resucitó fue el Galileo de Nazaret “Es a este Jesús a quien resucitó Dios, y todos nosotros somos testigos de ello” Hch 2,32

 

Si el Cristo de nuestra fe no se parece, no es igual al Galileo podría ser inventado. Podría ser fruto de una manipulación. Podría ser producto de enfoques filosóficos, intereses teológicos o políticos.

 

¿Podemos reconstruir un perfil humano, una ficha policial del Jesús histórico?

 

Luís Alemán

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