JESÚS DE NAZARET    

                             


                              

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Jesús se bautiza

 

 

Los cuatro evangelistas describen o hablan del bautismo de Jesús. Debió ser un hecho real de mucho impacto. Difícil de encajar con la intención de presentar a Jesús como el Hijo de Dios. Difícil de tragar que un vencido por el Templo sea el amado de Dios. En unos evangelios sin trasfondo histórico no hubiera sido concebible “bautizar” a Jesús.

 

La pereza de la historia, las ideas paganas, los enfoques filosóficos adheridos han ido poco a poco elaborando una teología, una práctica y una liturgia de los llamados sacramentos que en su última expresión poco tienen que ver con lo evangélico.

 

·         ¿Qué tienen que ver nuestras eucaristías con la cena del Señor?

 

·         ¿Qué tienen que ver nuestros confesionarios con el perdón evangélico?

 

·         ¿Son un sacramento nuestros matrimonios?

 

·         ¿Existe el sacramento del orden sacerdotal?

 

Respondan lo que quieran.

 

Lo que no cabe duda es que el bautismo eclesiástico no es para quitar ningún pecado original. Lo que no puede caber duda es que ese bebé no sale “cristiano” después de echarle el agua.

 

Todo eso sería aceptar un mecanicismo y automatismo puramente pagano. El mero hecho de bautizar a los bebés no es más que una adherencia histórica basada en errores teológicos e incluso sociopolíticos.

 

En el año 381, Teodosio, el emperador, declaró que para ser ciudadano había que ser cristiano. Luego todo el mundo a bautizarse.

 

Agustín, el santo, declaró que el pecado se transmite a través del semen del hombre. Por tanto, todo quisque nace con su pecado puesto. Por tanto, cuanto antes a bautizarse. De lo contrario si el niño muere, al infierno.

 

De los sacramentos celebrados por los católicos no hay ninguno que se haya alejado tanto, en su liturgia y su explicación, de lo evangélico.

 

¿Por qué creo yo que se bautiza Jesús?

 

En primer lugar, no se bautiza el Hijo de Dios. Se bautiza el hijo del hombre.

 

En segundo lugar, no se bautiza por humildad. Se bautiza para incorporarse a la masa de los demás. Se pone en la cola.

 

Efectivamente, tiene claro que lleva un mensaje. Ha llegado la hora. O somos hombres libres, o somos humanos o no somos de Dios. El Reino de Dios está cerca. Hay que cambiar de esclavos de la Ley, a hombres libres; de simples hombres a hermanos.

 

El hecho del bautismo es simplemente una manifestación exterior de que elegimos la libertad, la hermandad y por tanto a Dios. Esa decisión, ese gesto social público, consciente, abre las puertas a Dios y te conviertes en hijo amado suyo. 

 

Ese bautismo te ha transformado de hombre en humano. Te ha hecho hermano e hijo. No sólo es importante, es imprescindible ese bautismo. Imprescindible no sólo para los cristianos. Imprescindible para musulmanes, budistas  o testigos de Jehová. Si no el rito, sí la decisión. La decisión de ser libre y hermano. Así comienza a realizarse la plenitud del hombre para la que fue creado.  Ha llegado la hora.

 

Aquí quedan sembradas algunas preguntas para pensar.

 

- ¿Hay tantos seres humanos sobre la faz de la tierra, como los contados como tales, por los demógrafos?

 

- ¿Todo lo que pare una hembra mujer llega a ser hombre (racional, consciente de sí mismo, libre)?

 

- ¿Lo que nace del vientre de una mujer, nace ya hombre? ¿O lo que nace es más bien un germen de vida muy mono, con la posibilidad de llegar a ser hombre, racional, consciente, libre, y al final humano?

 

- ¿Se quedan muchos fetos siendo fetos sin madurar?

 

- La aventura de ser padres y educar ¿no es, precisamente, ayudar, a que lo nacido llegue a ser un hombre o una mujer racional, consciente, libre, y finalmente un ser humano?

 

Si ese nuevo hombre o mujer, con la ayuda imprescindible de los que le rodean, entra a formar parte de la humanidad, Dios lo hará hijo suyo. La meta es que “lo humano” entre en la esfera de lo divino. “Así, donde estoy yo, estaréis también vosotros”  Jn 14, 3.

 

Se puede ser hombre y no saber sentarse en la mesa común.

Se puede ser hombre y no llevar el traje adecuado para el banquete.

Se puede ser hombre y no pertenecer a la humanidad.

Se puede ser hombre y no ser hermano de nadie.

Se puede ser hombre y no entender aquello de hijo del Padre.

Se puede ser hombre y no vislumbrar la otra orilla del Mar.

 

 

Notas litúrgicas

EL BAUTISMO

 

  

Aunque lo que haya nacido sea sólo una posibilidad, sería lícito celebrar, hoy, una ceremonia bautismal cristiana. No para lavar la historieta del pecado que nos endosó un viejo enfoque. Sino para algo más bello: presentar a ese  bebé a la familia de los creyentes, y juntos agradecer al Dios Padre de todos, este bello regalo de la vida.

 

Ese niño es nada menos que vida procedente de la Fuente de toda vida, que llega cargada de promesas. A ese bebé nadie tiene que “cristianarlo”.

 

Un niño o una niña recién nacida, tiene un libro blanco que rellenar. Ese niño tiene un camino muy largo por delante: llegar a ser hombre, o mujer; realizarse como humano;  aprender de Jesús, y de sus padres la gran asignatura: cómo mirar a los hombres, la vida y la muerte.

 

Cuando le enseñéis el Padrenuestro, decidle que sólo se puede rezar después de encontrar a los hermanos.

 

 

Si queréis conservar los signos del bautismo tradicional, hacedlo llenando de sentido un viejo y querido rito:

 

·         Agua, porque le queda mucho camino.

·         Sal, porque su destino es aportar sabor a la vida, a la suya y a su alrededor.

·         Aceite, para ungirlo como un ser libre. Ha nacido para ser un señor. Y porque nunca deberá ser esclavo de nada ni nadie.

 

Nace en una familia. Unos padrinos aceptan el compromiso de ayudar a sus padres, sobre todo en los primeros años, cuando él no sabe ni quién es, ni para qué está aquí.

 

Este acto, llamado bautismo, es ceremonia para los padres, padrinos y familia. Todos deciden colaborar en la “fabricación” para que ese futuro hombre o mujer consiga llegar a ser humano.

 

Es un acto público en el que los adultos:

·         dan gracias a Dios por la creación;

·         reconocen a Dios como Padre;

·         aceptan el compromiso de ayudar al Padre de todos a conseguir:

o        que tenga siempre esperanza y no tenga miedos,

o        que no se asuste de sí mismo, ni de nadie,

o        que no se haga daño ni haga daño cuando descubra la libertad,

o        que aprenda pronto que todos (negros, amarillos, gordos, bajos, listos y torpes…) son sus hermanos.

 

A modo de ejemplo, propongo que antes o después del rito habitual según la tradición, los padres podrían dar gracias y ofrecer a su hijo/a a Dios Padre.

 

(La madre, Silvia, sostiene en sus brazos a la niña. El padre, Luís Javier, tiene un brazo sobre el hombro de Silvia. Con la otra mano sostiene el papel con la oración que lee despacio, claro y alto)

 

Señor, creemos que eres Padre.

Sabemos que eres la fuente de toda vida.

Tú nos has dado esta nueva vida.

Gracias, Señor.

Le hemos llamado Cristina.

 

Venimos a ponerla en tus manos.

 

Con nuestros padres,

con nuestros hermanos,

Te hacemos participe de nuestra inmensa alegría.

 

Deseamos que crezca fuerte y alegre.

Que sepa amar y comprender a los demás.

Que no sea solamente hija nuestra.

Deseamos que sea, también, hija tuya.

 

 Luís Alemán