Las parábolas (1)
Los evangelios conservan palabras de Jesús. Es una
afirmación que en su generalidad ya no es cuestión
de fe. Es una afirmación de carácter histórico. Se
puede negar, pero sin motivos objetivos o razones
científicas.
Igualmente hay que asegurar que no todo lo atribuido
a Jesús es de Jesús. Los evangelistas pusieron en
boca del Maestro discursos que, seguramente, Jesús
ni hubiera entendido. El evangelio de Mateo, por
ejemplo, está diseñado como si Jesús hubiera hecho
cinco grandes sermones. En ellos, el evangelista
agrupa las enseñanzas y doctrinas que él quiere
transmitir a la comunidad de seguidores:
1.-Programa del Reino: Sermón de la montaña. Caps.
5-7
2.-Enseñanzas para los mensajeros del Reino. Cp. 10
3. Las parábolas del Reino. Cap. 13
4.-El comportamiento dentro de la comunidad. Cap 18
5. La comunidad en la historia y su responsabilidad.
Cps.24 – 25
Por supuesto que con un estudio de análisis
histórico, de fina orfebrería exegética se pueden
encontrar, con bastante seguridad, dichos auténticos
(logia) de Jesús.
Esa fue la base de los evangelios:
a) un conjunto de frases de Jesús
y
b) la narración de su pasión y muerte.
La repetición de esas frases y la narración de la
pasión fueron, sin duda, el núcleo de las primeras
“eucaristías” en las casas particulares.
Después, aquellas frases de Jesús que se repetían de
memoria, se fueron encuadrando en determinados
escenarios, arropándolas con previas preguntas e
incorporando personajes, a veces históricos, a veces
literarios.
Las parábolas. Las joyas de los evangelios. Lo más genuino del Jesús histórico. Las
parábolas son un invento de Jesús.
“Del tiempo anterior a Jesús, no se nos ha
transmitido en toda la literatura rabínica ni una
sola parábola” (J. Jeremías).
No hay discusión sobre la propiedad intelectual de
Jesús por la creación de este nuevo género
literario. El problema serio radica en descubrir
el sentido original de cada parábola.
Es evidente que, desde los primeros tiempos, las
parábolas dieron pie a ser interpretadas de
múltiples formas. A veces, por la influencia helena
en el mundo judío, fueron tratadas como alegorías
“buscando en las palabras sencillas de Jesús
conocimientos ocultos o profundos.”
Más adelante, los predicadores cristianos ordeñaron
sus significados para argumentar, con las parábolas,
sus personales visiones de la fe. (Yo mismo he oído
y aguantado un sermoncito sobre la castidad a cuento
de la parábola de las “vírgenes tontas y las sabias”
en la espera del esposo).
En las narraciones evangélicas, además, hubo quizá
un abuso en las referencias al Antiguo Testamento.
Lo que es comprensible cuando se considera la
historia como una continuidad, y más cuando se busca
una validación, ante el mundo judío, con la
referencia al “como estaba ya anunciado”.
Mc 4,10-12
“Cuando se quedó a solas, los que estaban en torno a él le preguntaron
con los Doce la razón de usar parábolas. Él les
dijo:
A vosotros se os ha comunicado el secreto del reino de Dios; ellos, en
cambio, los de fuera, todo eso lo van teniendo en
parábolas, para que
Por más que vean no perciban
y por más que escuchen no entiendan,
a menos que se conviertan y se les perdone”
(Is 6,9-10).
Sobre esta forma de explicar el porqué habla en
parábolas, se montó la teoría de la obstinación.
Algo así como si Jesús hablara con parábolas para
ocultar el reino de Dios a los que “están fuera” y
dificultar con juegos alegóricos su mensaje.
Jesús no habló en griego (parabolé, significa
semejanza) sino en arameo (matla que
significa o semejanza o enigma). Para Joaquín
Jeremías, parece claro que lo que Marcos 4, 11-12
dice es:
Dios os ha dado el misterio del reino de Dios
Pero para aquellos que están fuera (de este mundo de
la fe) todo esto es enigmático.
-Y como está escrito-, ven, y sin embargo no ven
nada
Oyen, sin embargo no entienden nada.
A no ser que se conviertan y Dios los perdone.
Entendida así esta sentencia de Jesús, comprobamos
que lo que ocurría entonces es lo que ocurre hoy.
Jesús es comprensible desde la fe. Para el que no
cree o no quiere creer, esto del reino de Dios es
algo enigmático.
Para que el reino de Dios deje de ser, para
nosotros, un enigma, y la doctrina de Jesús un
galimatías filosófico, o un juego alegórico para
intelectuales iniciados, leamos algunas parábolas,
ejemplos caseros de amas de casa, o labradores del
campo, o vecinos de pequeñas aldeas.
Pero busquemos el sentido original que les
daba Yesuá el de Nazaret.
Luís Alemán