Las parábolas (14)
sigue
El hijo menor
Lc 15:11 - Un hombre tenía dos hijos;
12
El menor le dijo a su padre:”Padre, dame la parte de
la fortuna que me toca.” El padre les repartió los
bienes.
13 A los pocos
días, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a
un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo
como un perdido.
No se trata de una alegoría o fábula moralizadora.
La historia está sacada de la vida. De la vida en
aquella Palestina y de la vida de todos los lugares
y todos los tiempos.
“Dame
la parte de la fortuna que me toca”. Según la
ley, la tercera parte de los bienes. El primogénito
recibe el doble que los demás hijos.
Dt 21,17 “Reconocerá al primogénito, (aunque sea) hijo de la menos querida,
dándole dos tercios de todos sus bienes, porque es
la primicia de su virilidad y es suya la
primogenitura”.
“Emigra a un país lejano”. Mientras en toda la
Palestina de entonces se calculan no más de medio
millón de judíos, en la diáspora se contaban más de
cuatro millones. Clara señal de la pobreza y falta
de futuro de la sociedad en la que vivió Jesús.
“Guardar cerdos”.
Animal impuro. “Maldito el que cría cerdos”, maldición recogida en el
Talmud. Eso le separa de toda práctica de su
religión. No puede santificar el sábado. Ha llegado
al fondo. Las algarrobas, comida de cerdos, le
repugnan. Nadie le da otra cosa.
“Recapacitando”.
Efectivamente se arrepiente. Cae en la cuenta de la
idiotez cometida. Se acuerda de su padre, y de la
casa de su padre, que ya no es la suya. Pero allí
está su padre.
Entre tanto desastre, sólo el recuerdo del padre le
sostiene.
Será por interés. Pero decide volver a su padre.
Sueña y ensaya el encuentro. “Voy a volver a casa
de mi padre y le voy a decir: Padre, he ofendido a
Dios y te he ofendido a ti; ya no merezco llamarme
hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros”.
Y se pone en camino. Seguro de que su padre le va a
recibir.
“Cuando aún estaba lejos lo vio su padre… salió corriendo se echó al
cuello y lo cubrió a besos”.
Traje nuevo. Anillo. Sandalias. Signos externos de
filiación. Porque no es esclavo, no es un jornalero.
Es su hijo. Estaba muerto y ha vuelto a vivir,
andaba perdido y se le ha encontrado.
¡A cuántos creyentes ha consolado esta parábola!
¡Cuántas lágrimas con su lectura!
Esta parábola y la oración del Padrenuestro pueden
ser la Suma Teológica para le fe del cristiano. Dos
páginas del Evangelio que comunican esperanza y
vida.
Luís Alemán
(Continuará:
El hijo mayor)