Entonces, hay muchas fes ¿no?
“Partir y repartir, la entrega por amor y con amor, esa
es nuestra fe.”
Esto he leído en la anáfora para la Eucaristía. Me
pregunto:
1.- Si Dios es amor y el amor es lo único que Él quiere
que vivamos, si el amor es la energía del Universo, el
motor de la vida, da lo mismo vivirlo en una confesión
que en otra, en una cultura que en otra, en una religión
que en otra. Y cada cual la vive según su cultura, su
religión ¿no es así?
2.-Y si Jesús vivió ese amor y dio la vida por él ¿no
hubieron otros que también lo vivieron como Él? otros u
otras porque las mujeres no están excluidas… sólo que
ninguna mujer dio lugar a una religión…
Son preguntas que me hago y si alguien de Fe adulta me
quiere responder se lo agradeceré.
Paz Rosales
La
pregunta es bella, es lógica. No se debe quedar sin
respuesta. Hay preguntas cuyo mero planteamiento
desequilibran la estructura de nuestro edificio. Este
tipo de preguntas “estructurales” me dio pie a escribir
el libro Huracán sobre la Cristiandad.
Ese tipo de preguntas fue la base del tema
eucarístico dentro del plan
Renove para creyentes.
Como lo fue aquella pregunta estructural que se planteó
en la Facultad de Teología de Salamanca. Año 1963.
El
Profesor
Castro Cubells resumía una
película francesa “El Renegado”.
ver La EUCARISTÍA
CRISTIANA - 19
Al final llegó la pregunta del profesor y las
piadosas e insuficientes respuestas de alumnos, que ya
habían estudiado su teología sobre el sacerdocio y la
eucaristía, con los textos de la BAC en la década de los
cincuenta y sesenta. Con la pregunta del Profesor, “¿Vds.
creen que ha habido consagración?”,
y las respuestas de los alumnos quedó cuarteado, nada
menos que, el catecismo eucarístico, el sacramento
sacerdotal, y el concepto de iglesia. Para responder era
preciso replantear muy en serio qué es eucaristía.
Ahora, nuestra amiga Paz Rosales nos plantea dos serias
cuestiones también estructurales:
1.-Si el amor de Dios es todo: cada cual lo vive según
su cultura, su religión ¿no es así?
2.- Y si Jesús vivió ese amor
y dio la vida por él ¿no hubieron otros que también lo
vivieron como Él?
Enfoque general
Para nosotros está cada vez más claro -desde nuestra fe
adulta- que el plan, diseño, objetivo, o la meta querida
por el Creador es que el hombre consiga la plenitud. Esa
plenitud de hombre consiste en que un animal llegue a
ser inteligente, racional y, libremente, escoja ser
humano. Para nosotros, decir humano es decir fraterno.
De esta forma, ese hombre humano se convierte en
“creador de humanidad”. La “divinidad” es lo propio de
Dios. La “humanidad” es lo propio de la plenitud del
hombre.
Todo hombre (o mujer) que según su religión, o
creencias, las que sean, convierte a los demás en
hermanos, los quiere y defiende como a sí mismo -eso es
ser hermano-, ese hombre, sea de la religión que sea o
incluso de ninguna, en algún momento se llevará una
sorpresa cuando Alguien le diga: “lo que hiciste a
ellos, a mí me lo hiciste”. “¡Pero si yo nunca te vi!”.
“Ese era Yo”.
Entonces ¿de qué sirve Jesús?
¿Maestro o Víctima?
Una judía de Berna, se encontró en Jerusalén, año 1967,
con el teólogo Hans Küng: “Aquí en nuestra ciudad de
Jerusalén, se oye constantemente hablar de ese
Jesucristo. ¿Qué tiene de especial ese hombre? ¿Por qué
es tan importante para Vds. los católicos?”
Cuenta Küng que para contestar a esa judía, cayó en la
cuenta de que tenía que cambiar el orden de su
Cristología. Es decir: el orden de ese catecismo en el
que para explicar quién es Jesús, se empieza desde
Arriba (desde la Trinidad) hasta llegar a Nazaret.
En ese itinerario de vértigo se afirma que Jesús no es
sólo un ser humano, sino la segunda persona de la
Trinidad; el Hijo de Dios, engendrado no creado. Cuando
llegas abajo, a Nazaret, te encuentras con dos
naturalezas y una persona. “Viene” del cielo a redimir a
los hombres. Muere por nuestros pecados. Y muere para
obedecer al Padre. Y, una vez muerto, se da una vuelta
por el infierno y se vuelve al Cielo.
Ese tipo de catecismo se elabora sobre unos concilios de
los siglos IV y V. Concilios que ni los apóstoles, ni
los discípulos, ni el mismo Jesús de Nazaret hubieran
entendido. Además, en esos concilios siempre se hicieron
un lío con lo que venía de Arriba y con lo que había de
abajo.
Dice Küng que para explicar a esa mujer judía qué era
Jesús para nosotros los cristianos, comenzó al revés: de
abajo hacia arriba. Es decir, recorrió el mismo camino
que hicieron los discípulos y el mismo camino -añado yo-
que hizo Jesús.
1.- Los discípulos caminaron junto a Jesús. Lo primero
que descubrieron fue una nueva humanidad. El Maestro, “tenía
de especial” que defendía a todo hombre y toda mujer
necesitada, incluso por encima de la Ley, del Templo, de
la cruel sociedad, de las costumbres hipócritas. Vieron
los discípulos cómo el nuevo “maestro en humanidad” se
enfrentaba incluso al poder establecido en defensa del
pueblo apaleado, abatido o marginado. Lo vieron morir. Y
cuando quedaron hundidos y fracasados, vivieron la
experiencia de la resurrección. La fuerza de Dios lo
devolvió a la vida. Y les prometió dejarles su fuerza y
su Espíritu. Ahí entra la fe cristiana.
2.- El mismo Jesús no nació hecho. Empezó desde abajo.
“Creció” ante Dios y ante los hombres. Y como no
era un prefabricado sino libre, pudo no aceptar el
bautismo (como compromiso de una nueva humanidad); pudo
llegar a un diálogo político con los del Templo; pudo
rechazar o huir de la muerte. Es decir, pudo quedarse a
medias. Llegar a la plenitud humana, querida por Dios,
le costó la vida. Pero al aceptar el cáliz amargo de su
plenitud humana, Dios lo devolvió a la vida y lo sentó a
su diestra. Y ante él, los que tenemos fe, doblamos la
rodilla: “¡Señor mío y Dios mío!”
Después de Jesús, sabemos cual es la meta del hombre.
Sabemos qué es plenitud humana. Jesús sembró entre los
hombres una semilla que brota no se sabe dónde ni cómo.
Esa semilla no es propiedad de ninguna institución,
religión, grupo, etnia o pueblo. No es blanca, ni
amarilla ni negra. Brota en cualquier tierra, playa,
templo o calle. El progreso de la raza de los hombres no
hubiera sido igual sin la historia de Jesús de Nazaret.
Eso creemos los cristianos.
Nuestra fe cristiana no es sencillamente una teoría, un
dogma. Es un caminar junto al judío Jesús de Nazaret,
que para nosotros ha llegado a ser el Cristo, el
“Ungido” por el Padre. Nos enseñó a liberarnos, a amar,
a esperar, nos dio el sentido de la vida, y nos dejó una
fuerza interior que sólo se comprende al vivirla.
Esa vida llega a los hombres a través de múltiples
caminos. No sólo a través de la Iglesia católica o
cristiana. No sólo a través de los sacramentos. No sólo
a través de la Biblia. No sólo a través de dogmas.
Como la lluvia sobre la tierra. Como el sol. Cada uno
encuentra a Dios como puede. Lo que sí sabemos es que no
se encuentra a Dios sin encontrar antes al hermano. Sí
sabemos que un Dios sin hermanos, no es el Dios de
Jesús. Y también sabemos, los que creemos en Jesús, que
es más fácil encontrar al Dios
de todos después de encontrar a los hermanos.
Nota. No se me ha olvidado que si yo siguiera infectado
de la teología escolástica, tendría que haber hablado
del problema que ha llenado miles de libros y tesis
doctorales: la justificación. Pero ya estoy viejo.
Luís Alemán