Jueves de la 12ª semana (Mt 7,21-29)

No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el Reino sino el que cumple la voluntad de mi Padre. Dirán: ¿no hemos profetizado y echado demonios y hecho milagros en tu nombre? Nunca os he conocido. El que escucha mis palabras y las pone en práctica se parece al hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia… pero no se hundió. El que no las pone en práctica se parece al hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia… y se hundió totalmente.

Sin obras toda vida espiritual es una farsa

El evangelio sigue insistiendo en que no puede haber vida trascendente sin las obras, pero añadiendo la peligrosidad incluso de unas obras que no respondan a un verdadero espíritu evangélico.

Oír e incluso escuchar las palabras de Jesús tampoco servirá de nada si no me llevan a una actitud responsable y verdaderamente humana. Una buena teoría es imprescindible, pero no es suficiente.

La vida se encarga de levantar vientos, lluvias y crecidas. Solo el que está sólidamente preparado podrá sobrevivir a sus embates. Es imprescindible un afianzamiento sobre roca que me permita resistir sin inmutarme.

Nuestro cristianismo rara vez pasa de una aceptación superficial y teórica del evangelio. La prueba la tenemos en tanto derrumbe espiritual como tenemos que soportar.

Estamos constantemente clamando, Señor, Señor; pero nuestra existencia está movida por el egoísmo. Sería mejor volcarnos sobre los demás que clamar a Dios.

Una piedad de cumplimiento de normas y ritos no garantiza un verdadero camino espiritual. La búsqueda de Dios al margen del prójimo es edificar sobre arena.

 

Fray Marcos