Sábado de la 16ª semana (Mt 13,24-30)

El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero un enemigo sembró cizaña. Al formarse la espiga apareció también la cizaña. Los criados dijeron al amo: ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña? Él les dijo: un enemigo lo ha hecho. ¿Quieres que la arranquemos? No, que podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega, diré a los segadores: arrancad la cizaña y quemadla y el trigo, almacenadlo en mi granero.

La presencia del mal es inevitable

El maniqueísmo, que tanto daño ha hecho durante milenios, sigue vivo entre nosotros. La tentación de arrancar el mal ha sido una constante en todas las religiones, pero creo que la nuestra supera a todas.

Hemos identificado a las personas con el mal que han hecho y eso nos ha llevado a una constante injusticia. Cualquier ser humano, aunque haya cometido las mayores atrocidades, será siempre más de lo que hizo.

Pensar que venceremos el mal aniquilando al que lo causó no es más que una reacción subconsciente para quedar tranquilos y no cuestionarnos la parte de culpa que todos hemos tenido en ese mal achacado a otro.

En todos y en cada uno de los seres humanos, lo bueno y lo malo estarán inextricablemente unidos. Mientras seamos limitados e ignorantes el mal nos acompañará.

Mi tarea será siempre luchar contra la causa del mal, que se manifiesta en mí, pero consciente de que no puedo alcanzar la perfección mientras sea humano.

Aceptar mis limitaciones es la única manera de aceptar al otro, que también es limitado y falible. Una comunidad de perfectos, sería imposible, y además insoportable.

 

 

Fray Marcos