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Nací en Pardesivil, León, en 1938. Mi madre murió cuando apenas había cumplido un año. Mi familia había venido a nada. El hambre fue fiel compañera hasta los diez años que me encontré sirviendo a un amo. Fue mi primera liberación. Podía levantarme de la mesa con el hambre saciada y gracias a mi esfuerzo personal. Una buena señora de Madrid se hizo cargo de los gastos y me fui al seminario dominicano. Fue mi segunda liberación. El noviciado, Filosofía y Teología, pasaron sin pena ni gloria. El primer destino fue un colegio de Oviedo, pero no me gustaba la enseñanza y en cuanto pude me vine a Madrid para hacer Bellas Artes. Allí encontré mi tercera liberación. El trato diario con jóvenes inquietos, diez años más jóvenes que yo, me abrió a una nueva manera de ver el mundo. Desde ahí aterricé en Parquelagos donde llevo la friolera de 38 años. Aquí empezó mi verdadera vida de sacerdote. La cuarta y definitiva liberación me llegó con un grave accidente de tráfico. 20 días en coma, 72 días en la UCI, cinco meses en el hospital, 1,30 metros de cicatrices. En Parquelagos, se ha ido formando una comunidad que no deja que me duerma. Sin comerlo ni beberlo me he visto arrastrado a Internet.