ABRIRSE A LA VERDAD
Vicente MartínezEl concepto del ser humano y solitario es realmente una contradicción (Desmond Tutu)
9 de septiembre. Domingo XXIII del TO
Mc 7, 31-37
Levantó la vista al cielo, suspiró y le dijo: Efattá, que significa ábrete (v 34)
Dios está en nuestro interior, pero está lejos cuando el amor no florece en nuestro corazón. Lo ilustra el místico y poeta sufí iraní Al-Hallaj (858-922) de este modo: “Eres tú el que le velas a tu corazón lo íntimo de Su Misterio; y si no fuese por ti, no estaría tu corazón sellado. Pero hoy un Secreto te he mostrado que tanto tiempo en ti estuvo oculto; una Aurora para ti se ha levantado; aunque un poco la entenebreces todavía”.
¡Cuantísima importancia dio Jesús a la Verdad y cuánto apunta con el índice de su mano conminatoriamente a los cerrados! Habría que aplicarles lo que Mateo nos dice en 11, 16-17: “¿Con qué compararé a esa generación? Son como niños sentados en la plaza que gritan a otros:
Hemos tocado la flauta
y no habéis bailado.
Hemos cantado endechas
y no habéis hecho duelo”.
El poeta y dramaturgo irlandés, William Butler Yeats, envuelto en halo de misticismo, dijo: “Podemos hacer que nuestras mentes sean tan semejantes a las aguas que permitan a los seres que se reúnen en torno a nosotros ver, quizás, sus propias imágenes, y así vivir por un momento una vida más clara, tal vez incluso más intensa, gracias a nuestra seriedad”.
Que nuestra existencia se abra a la verdad sin violencias, con serenidad. Y para eso, nada más importante que seguir el consejo de Majjhima Nikaya: “Desarrolla una mente que sea amplia como el espacio, donde tanto las experiencias agradables como las desagradables puedan parecer y desaparecer sin conflicto, sin lucha, sin sufrimiento.
Estar abierto a la verdad es dejar que los demás -todo lo demás- invadan nuestro propio territorio y lo enriquezcan. Con la mente y el modo de pensar de las estrellas, el flotar de las nubes sobre nuestras cabezas, y el agua clara que fluye del nevero en la cúspide de la montaña perdida junto al cielo, de las fuentes con fondo de bruñido espejo.
Cuando me asomo al fondo de las demás cosas y veo la inmensa riqueza que atesoran, me admiro del poder de la vida dando vida, y permitiendo que la vida sueñe y siga permitiendo a la vida seguir siendo dentro y fuera. Quiero encontrarme a mí mismo y encontrar a otros. No quiero ser el señor Duffy, personaje de James Joice, que vivía siempre a cierta distancia de su cuerpo.
Todo lo contrario de lo que proponía Desmond Tutu, Arzobispo Anglicano de Ciudad del Cabo (Sudáfrica) y Premio Nobel de la Paz en 1984: “El concepto del ser humano y solitario es realmente una contradicción”. Que pueda ser para los demás una luz, un árbol de milagros.
PLEGARIA
Que pueda ser un guardián para los que necesitan protección,
un guía para los que caminan,
un bote, una balsa, un puente para los que desean cruzar un río.
Que pueda ser una luz en la oscuridad,
un lugar de reposo para los que están agotados,
una medicina salvadora para los que están enfermos,
una vasija de abundancia, un árbol de milagros.
Y para las innumerables multitudes de seres vivientes,
que pueda aportarles el sustento y la iluminación
perdurables como la tierra y el cielo,
hasta que todos los seres se liberen del sufrimiento
y todos estén despiertos.
Vicente Martínez