¿QUIÉN ES MI PRÓJIMO?
Vicente MartínezLa religión dice "debes amar a tu prójimo". Estoy seguro que la religión no conoce a mi prójimo (Peter Ustinov)
14 de julio 2019. DOMINGO XV DEL TO
Lc 10, 25-37
Él, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? (v29)
¿Cuántas veces nos hemos formulado nosotros semejante pregunta? ¿Tenemos conciencia de que si no hemos tenido respuesta es que somos dudosamente acreditados cristianos? Pues si así fuere, ahora mismo al Ministerio del Interior de Galilea, decirle que nos otorgue un nuevo DNI, como el de un tal Jesús de Nazareth, o el de Francisco de Asís, con o sin lobo. Y luego a hacerlo real en la vida diaria como le hicieron ellos.
El primero, cuando a la pregunta del legalista que le pregunta: “Y, ¿quién es mi prójimo?” Jesús le responde con la parábola de El Buen Samaritano:
“Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto”. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verlo tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándolo sobre su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y cuidó de él”. (Lc 10, 29-37
El segundo, cuando se fue con el lobo a predicar en la plaza del pueblo. Todos le escucharon y se arrepintieron. Pidieron al cura que les confesara y luego se fueron tranquilos a casa. El cura fue al arzobispado y pidió penitencia en el confesionario.
Y desde aquel día, arzobispo, cura y feligreses, colgaron escopetas y llevan comida al lobo de Gubbio y a Francisco al convento. Desde aquel fausto día, feligreses, cura, arzobispo y lobo del pueblo de Asís, pueden escuchar el eco de estas palabras, que el viento de Galilea trae hasta Italia: “Vete y haz tú lo mismo”, que Jesús le dijo a un doctor.
¿Oímos nosotros el eco, o es que padecemos hipoacusia?
Y al son de su triste queja / a la luna llora
Como cantó el grupo argentino Los Wawanco en El trovador y la luna
Y al son de su triste queja
a la luna llora
FRANCISCO DE ASÍS Y EL LOBO DE GUBBIO
Francisco salió:
al lobo buscó
en su madriguera.
Francisco, con su dulce voz,
alzando la mano,
al lobo furioso dijo: ?¡Paz, hermano
lobo! El animal
contempló al varón de tosco sayal;
dejó su aire arisco,
cerró las abiertas fauces agresivas,
y dijo: ?¡Está bien, hermano Francisco!
¡Que Dios melifique tu ser montaraz!
Está bien, hermano Francisco de Asís.
Ante el Señor, que todo ata y desata,
en fe de promesa tiéndeme la pata.
El lobo tendió la pata al hermano
de Asís, que a su vez le alargó la mano.
Fueron a la aldea. La gente veía
y lo que miraba casi no creía.
Tras el religioso iba el lobo fiero,
y, baja la testa, quieto le seguía
como un can de casa, o como un cordero.
Francisco llamó la gente a la plaza
y allí predicó.
Y dijo: ?He aquí una amable caza.
El hermano lobo se viene conmigo;
me juró no ser ya vuestro enemigo,
y no repetir su ataque sangriento.
Vosotros, en cambio, daréis su alimento
a la pobre bestia de Dios. ?¡Así sea!,
contestó la gente toda de la aldea.
Y luego, en señal
de contentamiento,
movió testa y cola el buen animal,
y entró con Francisco de Asís al convento.
Vicente Martínez