ERA SAMARITANO
Vicente MartínezLa fuerza natural dentro de cada uno de nosotros es el mayor sanado de todos (Hipócrates)
13 de octubre 2019. DOMINGO XXVIII DEL TO
Lc 17, 11-19
Uno de ellos, viéndose sano, volvió glorificando a Dios en voz alta (…) Era samaritano
Una parábola vestida con imágenes, significativa de múltiples sentidos: el amor a los otros, la caridad con los desposeídos, las preferencias por los socialmente emigrantes,
Los judíos que ni se acuerdan de dar gracias, los extranjeros que creen en Jesús y vuelven siempre para darle gracias.
Los leprosos son diez leprosos estrictamente excluidos, caracterizados por tener que vivir fuera del poblado, y hacer diversas muestras: tocar campanillas, lamentarse, etc. para que la gente no se les acerque.
Pero de los diez curados, nueve desaparecieron sin más, solo uno de ellos, que era un samaritano (hereje despreciado por los judíos), ni siquiera va a los sacerdotes, vuelve a Jesús agradecido, Jesús insiste precisamente en que era es “ese extranjero” el que ha actuado como debía: era samaritano, hereje despreciado por los judíos, y al que Jesús dice: Tu fe te ha salvado.
Un olor a periódico retrasado llena el campo con personajes que parecen sacados del Club de la Comedia, y que padecen extravismo de ideas cubierto con un velo que me ocultó la uncida luna, como se canta en la ópera Il trovatore, de Giuseppe Verdi, y donde tan solo nos salva la fe, como repite con insistencia el Evangelio.
Aldous Huxley lo anunció de esta manera:
“El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma”.
Porque la Humanidad sabe ubicar con certeza cada ser y cada cosa, y contar a la historia la verdad de los hechos, para que aprendamos de ellos, y no repitamos los mismos errores, más de una vez cometidos.
Lo sabía Popea, la bella esposa del emperador Nerón, que para garantizar su lavatio matutino, mantenía un hábito excéntrico algo mágico, que hacía disipar cualquier mal o defecto que acechase su belleza; cosa que mucho antes Cleopatra VII, utilizó para preservar su juventud. Y el padre de la medicina, Hipócrates, la recomendó como cura de todos los males.
“Uno de ellos, viéndose sano, volvió glorificando a Dios en voz alta (…)Era samaritano”, Lc 17, 15-16.
E Hipócrates dijo: “La fuerza natural dentro de cada uno de nosotros, es el mayor sanador de todos”.
EL BOSQUE DE LA NOCHE
Diarios de que la noche
constituía en cierto la patria de Julien Green,
autor de dicha novela.
En una ocasión dijo:
“He comprendido que somos sordos y ciegos,
que venimos de la de la noche para volver a la noche
sin saber nada de nuestro destino” ,
en tono un tanto pesimista,
pues le pesaba el damero de la religión católica.
Y Víctor Hugo en cambio,
a quien el damero de la religión no le pesaba nada,
escribió en Las Comtemplaciones esta estrofa:
“Cada hombre camina hacia luz en su noche,
siempre el mismo tallo con la misma flor”.
Vicente Martínez