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Libro de la biblia

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LA ILUMINACIÓN

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De la iluminación nace la energía para reconstruir. Sobre bases nuevas. Las desigualdades desaparecen. Las fronteras también. Cada ser humano es un hermano. La justicia y el amor no se separan. La libertad es la marca porque es la del Espíritu. No de esclavos sino de hijos. Nace la comunidad de personas libres unidas en la verdad por los vínculos del amor.

Muchas "perícopas "del Evangelio, parábolas, milagros, conflictos, discusiones, no son sino "caminos" más o menos "fabricados" por la comunidad primitiva para guiar a los neófitos hacia el encuentro del Señor, es decir, hacia la iluminación. Las curaciones de ciegos, sordos, mudos, leprosos, paralíticos, la Samaritana, las bodas de Cana, la resurrección de Lázaro y otras resurrecciones, el hijo pródigo, el samaritano, Zaqueo, el rico y el pobre, la multiplicación de los panes, la Transfiguración, las apariciones de la resurrección, la poda de la Vid, etc., son historias fundadas sobre una sola realidad: Jesús Resucitado es el Camino del Encuentro con Dios, él es la Luz y es la Vida. Él es el Salvador y el Señor.

La práctica del bautismo y otros sacramentos son rituales de iniciación a esa experiencia que se va desarrollando al ritmo de expiración, inspiración y respiración del ser nuevo en el Espíritu, es decir en el Soplo de Dios. Se bautiza al que alcanzó la Iluminación que ya lo configuró, asemejó, asimiló a Cristo Resucitado. Ese ritual de iniciación sagrada lleva el nombre de "Ilustración" (o "lustración").

Todo gira alrededor del soplo y de la luz, de un morir y de un nacer, siendo la inmersión en el agua y la salida de la misma el símbolo de la muerte en Cristo y de la entrada con él en el seno de la Vida nueva.

No solo el Nuevo Testamento es un camino hacia la "Iluminación", sino que también lo es el Antiguo Testamento. Moisés y los profetas son unos iluminados. Israel, conducido de las tinieblas de Egipto a través de la matriz del Mar Rojo por la luz de Yahvé (la columna de fuego), es un pueblo iluminado, que ha muerto a todo un pasado, a una manera de ser, para nacer a una manera distinta de vivir que es reflejo de la cara de Dios (su "gloria").

Esa luz es la Ley de Dios. El que se adecua a esa Ley, de corazón, en verdad (en obras), ese a su vez se convierte en luz; "la luz es la señal de la vida; es vida, mientras la muerte es lo contrario: sombra, oscuridad, tinieblas".

Esa "adecuación" es una Alianza entre Dios y su pueblo; es un verdadero desposorio. Las condiciones esenciales para vivir en esa alianza, en esa Luz, son expresadas con toda fuerza en el primero, segundo y último mandamiento: no tener a otro dios que al Dios "Único", el que entra en la Historia y saca a Israel de la esclavitud.

No hacerse "imágenes" de lo divino para rendirles culto ("imaginar" a Dios, fabricarse ideas sobre Él; la ilusión, lo falso, la idolatría).

No codiciar; no "desear" lo ajeno (el famoso deseo de Buda, causa de todo sufrimiento), raíz de la enajenación, de la esclavitud, de la idolatría....

El Siervo sufriente, la poda del antiguo Israel hasta la raíz, el pequeño Resto que "brota" del tronco cortado, que será portador de la salvación (lo que Jesús va a encarnar junto con la comunidad de sus seguidores, granito de mostaza, levadura en la masa): es el que muere a todo lo falso, a los falsos salvadores, a la magia, a los Mesías falsos, a la mentira, a los ídolos, para que, a través de él, estalle el resplandor de la presencia salvadora, "transfiguradora", de Dios.

Jesús es la Luz, es el Camino, la Revelación del camino del hombre hacia Dios y de Dios hacia el hombre: el encuentro entre ambos. No es una palabra, un mandamiento, una ley; es la misma encarnación de la Palabra, del mandamiento vivido; es la Ley hecha carne, es decir una camino vivo.

Para el hinduismo, taoísmo, budismo, judaísmo, Islam o cristianismo, la vida no tiene sentido (es falsa) si no está orientada ("oriente", Este, Sol levante) hacia la Iluminación. Para cualquiera de esas religiones, el camino para alcanzar dicha Iluminación es el mismo: rechazar (es decir: no identificarse jamás con... o dejarse dominar por...) la ilusión, lo falso, lo efímero, lo pasajero, para volcarse hacia lo esencial, lo perdurable, lo eterno: el ser verdadero, que está en lo profundo de nuestro ser, asentado en la única realidad verdadera: Dios, ya se le nombre o no.

Así se va recuperando lo que somos de verdad: imagen de Dios, en Cristo, que es imagen perfecta del Padre.


Eloy Roy

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