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¿RECLAMAMOS O ACOGEMOS AGRADECIDOS SER “DE LOS SUYOS”?

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Lucas 13, 22-30

El evangelio de este domingo nos presenta a Jesús caminando hacia Jerusalén. Sabemos que Lucas no se refiere a un camino “físico”, sino a un proceso de conversión que conduce a la salvación: en Jerusalén comenzó la buena Noticia y desde allí se expandirá su anuncio.  A partir del capítulo 9, 51, vamos aprendiendo cuál es el primer mandamiento, la importancia de la oración, el abandono en la providencia, o los rasgos del Reino de Dios. Vemos también como esa “subida a Jerusalén” es la ocasión de mostrar el enfrentamiento de Jesús con los fariseos y legalistas.

En este contexto se nos presenta la pregunta clave: “¿Son pocos los que se salvan?”. Lo que se podía esperar es que Jesús respondiera que sí, que eran pocos porque era muy difícil cumplir la lista interminable de mandamientos. Quienes la procuraban cumplir a rajatabla podían caer en la falta de misericordia, el desprecio a los demás, las comparaciones, etc. El evangelio nos ofrece abundantes ejemplos de esta actitud farisaica.

Se podía esperar que Jesús dijera algo así: quedaos tranquilos, vosotros estáis salvados porque sois de los míos, hemos comido juntos y me habéis escuchado. En la cultura judía, comer y beber juntos creaba unos vínculos muy fuertes, que no tienen nada que ver con el sentido que damos ahora a muchas comidas de trabajo o negocios.

Pero Jesús sorprendió entonces y nos sorprende hoy: “esforzaos por entrar por la puerta estrecha”. Vamos a recordar otros textos del evangelio en los que se utilizan la imagen de la puerta: “Yo soy la puerta”, dijo Jesús (Juan 10, 9).  La puerta de la perdición es ancha y espaciosa, y muchos entran por ella. ¡Qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida, y que pocos son los que lo encuentran! (Mateo 7, 13.14).

¡Qué daño nos ha hecho en la Iglesia concebir la puerta estrecha como un camino que conduce al sacrificio, a menudo sin sentido! ¡Que pocas veces ponemos el acento en buscar con creatividad y sentido crítico el camino que lleva a la Vida! ¿Nos arriesgamos a buscar y buscar cada día, personalmente y en comunidad, esa “puerta estrecha”, que es como una perla escondida, como un tesoro? ¿O caminamos por caminos ajenos, normativas impuestas desde fuera, como borregos?

Jesús usa una imagen para describir esta vida en plenitud, este Reino al que accedemos por la puerta estrecha: el banquete al que todos estamos invitados, “de oriente a occidente, del norte y del sur”, como expresión del amor universal de nuestro Dios. Quedan fuera de ese banquete los que obran la injusticia. Es decir, quedamos fuera del Reino cuando somos personas injustas.

Sabemos por experiencia que es muy estrecha la puerta de la justicia. Nuestra condición humana tiende a la manga ancha, a las excepciones, los enchufes, etc., mientras que seguir a Jesús nos lleva por la senda de la radicalidad, la coherencia y la misericordia. Esa senda la recorrieron Abraham y los profetas. La recorren hoy muchas personas que están en los márgenes de la sociedad, que no entran en los templos, que son “los últimos”. 

En muchos sentidos este evangelio nos descoloca, no nos valen nuestras antiguas medidas, ni nuestros juicios… Y se nos acaban los cálculos y las seguridades. Se nos invita a entrar en un banquete que nos supera, que se nos regala, que no “ganamos” a base de cumplir… Pero depende de nosotros aceptar la invitación, buscar la puerta del banquete, buscar a Jesús y su manera radical de amar a los demás, respondiendo así al amor de Dios.

Que la celebración de este domingo nos ayude a encontrar esa nueva mirada que cambia toda la vida y desde ahí acoger con gozo la invitación gratuita, la salvación,  que nos hermana a todos.

¡Feliz domingo!

 

Mª Guadalupe Labrador Encinas, fmmdp

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