QUE LA IGLESIA SE CONVIERTA AL EVANGELIO
Jesús Bastante
Carlos Escudero Freire acaba de publicar con Ediciones El Almendro "El Evangelio es profano", libro que dedica al Papa y a la jerarquía eclesiástica, pidiéndoles "que inicien el largo proceso de dejar el judaísmo y convertirse al Evangelio".
El autor rechaza "lo sagrado" porque "no es gratuito, tiene contraprestaciones", y además explica que "Jesús luchó contra lo sagrado como forma de opresión".
Por último, opina que "la jerarquía eclesiástica está incapacitada para entender el Evangelio porque está viviendo en estructuras de poder y dominio", y critica que nos hayan enseñado "una teología del temor en vez de una teología de la felicidad".
¿Por qué es profano el Evangelio?
Lo profano es contrario a lo sagrado, y lo sagrado es patrimonio propio de todas las religiones. Pero el Evangelio no es una religión más, es un estilo de vida nuevo: el que llevó Jesús, y el que nos ha dejado a sus seguidores. Jesús realmente no fundó nada sagrado, es más, luchó contra las instituciones sagradas de su tiempo porque oprimían y marginaban a la gente. El que estaba en el centro de su mensaje era el ser humano, y dentro del ser humano, los más pobres y desfavorecidos.
¿Por eso en la portada del libro aparece el samaritano?
Es el buen samaritano de Van Gogh. Ésa es una de las parábolas en las que se demuestra que lo profano, que es lo que pertenece a la vida normal de la gente, a los avatares de la vida, a todo lo que significa compartir penas y alegrías, cuenta más que lo sagrado. Porque el sacerdote y el levita pasaron de largo, y dejaron el herido desangrándose en el camino, seguramente porque tenían prisa por llegar al templo a realizar sus ritos sagrados. Pero el samaritano, que era despreciado por los judíos por ser hereje y pagano, es el que se compadece y tiene misericordia del que se estaba desangrando, y lo atiende.
Dedica usted el libro al Papa y a la jerarquía eclesiástica y les pide que inicien el "largo proceso de dejar el judaísmo y convertirse al Evangelio".
Exacto. Después de mucha reflexión y de haber dado vueltas a estos temas, he visto con cierta claridad (porque no podemos dogmatizar, como el Papa) que la alta jerarquía eclesiástica sigue las líneas principales del judaísmo en lo sagrado. Con lo sagrado nos han marcado a todos como con un hierro candente. Lo llevamos dentro y es muy difícil que nos desprendamos de ese sentimiento, convicción o manera de ver la vida. Pero el Evangelio no va por ahí. El Evangelio es el estilo de vida de acuerdo a los principio del reinado de Dios, que comienza a ser proclamado y realizado por Jesús de Nazaret. Son principios que no tienen que ver con el judaísmo, que lo superan totalmente. El cristianismo no viene a completar el judaísmo, como muchos teólogos nos han hecho ver, sino que inicia algo radicalmente nuevo.
¿Pero no forma lo sagrado parte también de nuestro ADN?
Una cosa es lo sagrado, que pertenece a nuestra horizontalidad, a la vida normal de la gente, y que ha surgido en todas las religiones: gente que se ha interpuesto con ritos, con sacrificios, con lugares sagrados, con altares y con templos, para ser intermediarios entre Dios y los hombres; y otra cosa muy distinta es lo divino, lo trascendente, que eso sí está en el Evangelio, y es gratuito. Todo es gratuidad de Dios, don para nosotros. Mientras que lo sagrado tiene contraprestaciones. Ahí está la diferencia. El Evangelio es divino porque Jesús es Hijo de Dios, pero Jesús no creó una religión más. Precisamente luchó contra lo sagrado como opresor de la gente.
¿Y qué debe hacer la Iglesia para convertirse al Evangelio?
Yo no soy quién para dar un consejo total a la Iglesia. La controversia está siempre con la alta jerarquía eclesiástica, y yo lo que tengo muy claro es que en el Evangelio hay una serie de pasajes clave, que son los que nos tienen que iluminar. La gente normal y sencilla es la que entiende mejor el Evangelio, y no las altas jerarquías. Además, a mi manera de ver, la jerarquía eclesiástica está incapacitada para entender el Evangelio porque está viviendo en estructuras de poder y dominio sobre la gente, rechazando cosas tan claras como que la mujer debe ser incorporada de forma total a la Iglesia.
¿Representan una dinámica de poder en vez de servicio?
Claro. Jesús quiso grabar la solidaridad y el servicio a fuego en sus discípulos, mientras que el poder lo rechazó para siempre, aunque fue la tentación de toda su vida.
Es usted experto en Lucas, que es uno de los evangelistas que más aborda la infancia de Jesús.
Sí, hay sólo dos Evangelios que hablan de la infancia: el de Mateo y el de Lucas, que fueron encontrados ambos en comunidades cristianas, años después de la muerte y la resurrección de Jesús. Son completamente distintos, no se parecen en nada. El Evangelio de Lucas empieza con Juan Bautista en el capítulo III, y es el que contiene la teología más desarrollada. Lucas tuvo más tiempo para repensar el tema de Jesús a través del prisma de la resurrección.
¿Jesús resucitó, tuvo que resucitar...? ¿Se puede considerar esto un hecho histórico?
Bueno, es un tema muy complejo. Desde luego que no es un acontecimiento histórico en sentido estricto, porque no ha habido testigos de la resurrección. Es un tema que no se puede hacer empírico y demostrable, pero sí está claro que los discípulos, los apóstoles, las mujeres, (en definitiva, los más cercanos a Jesús) tuvieron una experiencia muy relevante de que Jesús estaba vivo después de haber sido ajusticiado. Jesús se fue manifestando de mil maneras, y esa experiencia la captaron los discípulos, y recibieron ánimos para contar el mensaje de Jesús, que ellos mismos fueron entendiendo mejor poco a poco, como Pedro. En el primer Pentecostés se nombran todos los pueblos conocidos en la tierra desde Mesopotamia hasta el Occidente, para indicar la universalidad de la venida de Jesucristo.
Si Jesús no hubiera resucitado, ¿estaríamos hoy hablando del Evangelio y del cristianismo?
Si no hubiera resucitado, poco a poco se hubiera diluido todo, porque el miedo que tenían los discípulos les llevó a negarle y a encerrarse. Si Jesús no se hubiera manifestado de la forma que fuera, posiblemente hubiera terminado el cristianismo y no estaríamos ahora hablando de Jesús de Nazaret.
¿Cuál es el Jesús en el que cree Carlos Escudero?
El Jesús de Nazaret que muestran los Evangelios, que fue resucitado por el Padre y que nos envió su propio Espíritu, que nos ayuda a comprenderle de una forma más plena y más profunda y que nos hace también ser discípulos suyos y llevar su mensaje hasta la confines de la tierra, como dicen los Hechos de los Apóstoles.
¿Cree que hay mucha diferencia entre ese Jesús y el que "nos han vendido" a lo largo de la historia?
Yo creo que sí, que hay bastante diferencia, porque nos han ido vendiendo un Jesús de dogmas, de los siglos IV o V, que lanzaron los ortodoxos contra los heterodoxos (por llamarlos así), y que no tienen mucho que ver con el contenido del Evangelio. Eran momentos históricos en que los mismos emperadores (como Constantino) iniciaban un Concilio, buscaban la unidad del Imperio y daban prebendas al emperador. Esa dialéctica entre los ortodoxos y los heterodoxos se manifestó a través de los siglos, y esto fue lo que nos fue enseñando la Iglesia oficial: sus tradiciones, que no son la tradición de Jesús, sino las tradiciones de una Iglesia de poder y dominio. Es decir, el derecho canónico frente al Evangelio. Por eso en este momento no creo en la Iglesia jerárquica, que todavía está defendiendo con sus hechos estos principios de poder y dominio.
¿Y no se podría buscar un punto de encuentro? Porque desde el otro lado, a las personas "heterodoxas" se las contempla como personas que no están siguiendo el mensaje de Jesús, del mismo modo.
Hay muchas cosas que nos separan y que lo hacen difícil. La primera es que la alta jerarquía oficial de la Iglesia se cree que tiene toda la verdad sólo ella. Entonces, no dialogan. Lo segundo es que esta Iglesia está mirando al pasado, en lugar de mirar la presente y al futuro. Y en tercer lugar, porque esta Iglesia nos ha enseñado y nos sigue enseñando una teología del temor en vez de una teología de la felicidad y de la alegría. Jesús no es un mediador entre Dios y los hombres, sino que está en el lugar del Padre. Más que Dios encarnado, como dice la Trinidad, yo diría que Jesús es Hijo de Dios, en su sentido pleno y único. Por eso Jesús tenía un acceso exclusivo al Padre, a los secretos del Padre, y nos reveló cosas que sólo Él entendía y comprendía. Dios lo resucitó para que siguiera siendo fuente de salvación y piedra angular en la Iglesia.
¿No es un poco triste que los que nos decimos seguidores de Jesús estemos enfrentados incluso en lo esencial?
Efectivamente, es muy triste porque Jesús quiso y pidió la unidad de los creyentes, de sus seguidores. Pero es que lo que defiende la jerarquía de la Iglesia de España tiene muy pocos puntos de encuentro, son tangenciales, van a lo fundamental. Y en lo fundamental estamos separados. Es triste, pero hay que decirlo. Tenemos que promover una teología del amor, como las Bienaventuranzas; y no de la tristeza, del infierno y del purgatorio, cuando todos esos dogmas han ido cayendo uno detrás de otro. Lo primero es proclamarlo con nuestras vidas, y luego con nuestro mensaje. Como los discípulos de Emaús, que dicen que Jesucristo fue un profeta de obras, y de palabras. Primero lo que hizo, y luego lo que enseñó.
Jesús Bastante