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PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN LA TIERRA

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28 de julio, domingo 17 del TO

Lc 11, 1-13: La oración, el Padrenuestro

"Una vez estaba en un lugar orando. Cuando terminó, uno de los discípulos le pidió:
-Señor, enséñanos a orar como Juan enseñó a sus discípulos"

La oratio latina es etimológicamente 'expresión oral', es decir, que debe expresarse con el lenguaje: de os oris, la boca. Aunque hay tipos de oración que no siempre se expresan con lenguaje de palabras: la mental y la de gestos. A esta última pertenece la danza, tan considerada en el Antiguo Testamento. En ella el movimiento expresa sentimientos de fe y adoración hasta convertirla en plegaria, generalmente en función rirual de ofrenda para petición o de agradecimiento.

Y aunque es cierto que en boca de Jesús es manifestación ardiente de sueños de encuentro con el Padre, el Catecismo de la Iglesia Católica ha adulterado la reina de las oraciones cristianas reduciéndola a un cepillo, -que viene de cepo (trampa, ardid, artimaña)- de siete nada piadosas peticiones.

La popular definición del Padre Astete "levantar el corazón a Dios y pedirle mercedes", sigue viva en el espíritu de muchos cristianos. (Un estropicio más del Evangelio al reducir su concepto de la oración a un toma y daca, a un pliego petitorio de equívocos deseos, a una letra de cambio contra Dios jamás por Él firmada).

Capítulo aparte merece la que podríamos denominar oración de los hechos. Sin ellos, como advierte Santiago, -y Jesús, ¡no digamos!- "vana es nuestra fe". Porque la fe sin obras es música sin sonido, catarata sin agua, corazón sin latido, camino a ninguna parte.

"La oración es por excelencia una concentración de todo mi ser en lo que tiene de mejor", escribe Haldas en Paroles Nuptiales. Y "lo que tiene de mejor" no son sus creencias sino sus obras. Porque orar es bajar a lo más profundo de nuestro ser y de todo ser. Cuanto más se acerca el hombre a las restantes criaturas, más próximo se siente de la Fuente que les dio esencia y existencia.

En su obra The Typewhriter, Leroy Anderson incorpora a la orquesta tradicional un instrumento mecánico de la vida laboral de su época: la máquina de escribir. El sonido metálico de sus teclas se entrevera en amistosa armonía con los de cuerda, viento y percusión. Jerry Lewis hizo famosa esta composición en la película Lío en los grandes almacenes (1963).

Hoy se anuncian dorados amaneceres para la Cristiandad en este sentido. Lo cantó Gerardo Diego en su poema COLUMPIO: "A caballo en el quicio del mundo / un soñador jugaba / al sí y al no / Las lluvias de colores / emigraban al país de los amores / Flores del sí / Flores del no". El Papa Francisco ha comenzado a deshojar la margarita sin sabotear el Evangelio. El último pétalo será ¡Sí! Ama tanto a Jesús, que no podría ser de otra manera.

Esa es nuestra confianza, y nos gustaría escucharlo en alguno de tus discursos de esta semana en la JMJ brasileña. La universal Parroquia Cristiana te lo agradecerá eternamente. En ese pétalo del sí cabalga en plenitud a horcajadas el color, aroma y calor de la Humanidad entera. Su presencia es un grito de oración en la fragancia de la selva amazónica, en sus aguas, en el cielo, y en los lamentos de las favelas de Río.

Otra gran poetisa de nuestro idioma, Gloria Fuertes, nos introduce en esta vertiente de las cosas y sucesos naturales con la siguiente plegaria.


ORACIÓN


Que estás en la tierra, Padre nuestro,

Que te siento en la púa del pino,

En el torso azul del obrero,

En la niña que borda curvada

La espalda, mezclando el hilo en el dedo.

Padre nuestro que estás en la tierra,

En el surco,

En el huerto,

En la mina,

En el puerto,

En el cine,

En el vino,

En la casa del médico.

Padre nuestro que estás en la tierra,

Donde tienes tu gloria y tu infierno

Y tu limbo; que estás en los cafés

Donde los pudientes beben su refresco.

Padre nuestro que estás en la tierra,

En un banco del Prado leyendo.

Eres ese viejo que da migas de pan a los pájaros del paseo.

 

Padre nuestro que estás en la tierra,

En la cigarra, en el beso,

En la espiga, en el pecho

De todos los que son buenos.

 

Padre que habitas en cualquier sitio,

Dios que penetras en cualquier hueco,

Tú que quitas la angustia, que estás en la tierra,

Padre nuestro que sí que te vemos

Los que luego hemos de ver,

Donde sea, o ahí en el cielo.

 

Gloria fuertes


Vicente Martínez

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