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Fecha de Creación (Inicio - Fin)

-

DIOS DE LA VIDA

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10 de noviembre, domingo 32 del TO

Lc 20, 27-38

"Y que los muertos resucitan lo indica también Moisés, en lo de la zarza, cuando llama al Señor: Dios de Abrahan y Dios de Isaac y Dios de Jacob.
No es Dios de muertos sino de vivos, porque para él todos viven".

En otro texto del NT (Jn 10, 10) se mencionan las siguientes palabras del Rabí de Nazaret: "Yo vine para que tengan vida y la tengan en abundancia". Con ellas explicitó el discípulo amante la verdadera causa de su existencia y Fray Marcos lo razona con certeros criterios en su publicación de la Colección feadulta, Jesús vivió por nosotros.

Este es el gran proyecto de la Creación, Dios incluído. De este modo lo entendió el Libro de la Sabiduría: "Señor, amigo de la vida. Todos llevan tu soplo incorruptible" (Sab 11, 26 y 12, 1). Y de esta manera –Dios de la Vida: de toda la vida- le avizoró el Águila de Patmos con visión universal de nuestros días: la Palabra era Dios, en ella había vida, y la vida era la luz de todos los hombres. Y aún más: Se hizo hombre y acampó entre nosotros. Permitió que todos fuéramos Palabra, con lo que nos revela lo que es la perfección humana: una plenitud que se despliega en múltiples hábitos, más allá del político y del religioso.

El recado de Juan encierra una dimensión de bondad hacia todos les seres. Son nuestros compañeros de viaje en la existencia. Su entidad es savia que alimenta y determina la nuestra. El concepto Amor me parece grandilocuente y confieso que me desborda. Tiene excesivas connotaciones románticas, místicas y religiosas, y es solo atribuible a las personas. El término Bondad es menos territorial, se extiende a todas las criaturas, sugiere proximidad, compasión y atención en la práctica a las mismas. Esta es la Religión del Amor -la Religión de la Bondad en la Vida- la que todo el mundo entiende porque es "una prosa en román paladino, con el qual suele el pueblo fablar a su veçino", como cantó Gonzalo de Berceo.

La abundancia de vida que oferta Jesús no solo es la espiritualmente teológica, como tradicionalmente nos la han interpretado, sino también –y en podio preferente- la material, la imprescindible para cubrir las necesidades fisiológicas y las de seguridad y protección de la pirámide de Maslow: alimento, vestido, salud, educación, vivienda...etc. Sin ellas, aunque igualmente necesarias, todas las demás pueden sonar a música celestial en los oídos del pobre.

Como a Falstaf, en la ópera de Verdi, al ser humano le redimen más las fuerzas dionisíacas -las de Dionisios, dios de la vida y la alegría desbordante- que las apolíneas: las de Apolo, divinidad del orden y las normas.

Ese fue el mensaje de palabra y acción de Jesús en el transcurso de toda su vida. Confucio lo había esculpido quinientos años antes en una bella sentencia: "¿Me preguntas por qué compro arroz y flores? Compro arroz para vivir y flores para tener algo por lo que vivir".

Dios no está lejos del hombre. Está en el hombre, un ser inmerso en el Cosmos de la existencia. Así le predicó San Pablo a los atenienses: "en él vivimos, nos movemos y existimos". Lo dijo recordando a uno de sus poetas, Aratus: "De Zeus somos descendientes".

 

PARENTESCO CON LAS COSAS

 

Jung, sobre el final de su vida: "La edad avanzada es una limitación. Y, sin embargo hay tantas cosas que me colman de alegría: las plantas, los animales, las nubes, el día, la noche y lo eterno en el hombre.

Cuanto más inseguro me siento respecto de mí mismo, más se incrementa en mí el sentimiento de parentesco con las cosas.

Sí, es como si este sentimiento de cosa ajena que me había separado tanto tiempo del mundo hubiera ocupado plaza ahora en mi mundo interior, revelándome a mí mismo una dimensión desconocida e inesperada de mí".

 

Jung: Ma vie


Vicente Martínez

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