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LO QUE SE PERDIERON

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Dice el evangelio que cuando fueron María y José a buscar aposento en la noche del nacimiento de Jesús, "no encontraron lugar en la posada ".

Y pienso: lo que se perdieron los amos en la posada. Hubiesen tenido la suerte de ver a Jesús recién nacido. Hubiesen acogido a María y José y luego a Jesús.

Y qué pena si nosotros no acogemos ahora a Jesús al no acoger a los inmigrantes, a esos vecinos necesitados, si no escuchamos a quien nos quiere hablar y contar, si no hay en nuestras casas lugar para los demás, si no tenemos lugar en nuestro corazón para otras personas. Estamos perdiendo la oportunidad de acoger a Jesús: "lo que hagáis a cualquier persona, a mí me lo hacéis".

Tenemos miedo y cerramos la puerta. Pero a la puerta de tu casa, de tu vida... llega Jesús. No te lo pierdas, acógelo como quiera que venga vestido. Y con cualquier nombre que diga llamarse.

SOLIDARIDAD

Estoy muy gratamente sorprendido por las muestras de solidaridad que vamos viendo y realizando estos últimos meses. Es para felicitarnos. Es algo a celebrar, pero sin querer ser aguafiestas sí que me permito algunas reflexiones:

Siento que es más fácil ofrecer puntualmente ayudas generosas. Aunque sea privándose realmente de lo suyo. Lo difícil es mantener una constancia en esa entrega. Por eso me maravillan las personas voluntarias que día tras día ofrecen su tiempo y colaboración.

Aplaudimos fuertemente todos estos hechos de ayuda, pero ¿tenemos la misma contundencia para exigir a la administración que cumpla sus deberes y no haga recortes sobre las espaldas de los más empobrecidos?

Y como ya hemos cogido carrerilla, sería bueno que analizáramos las causas de estas necesidades y tratáramos de buscar remedio desde las leyes. Que quitemos los factores que empobrecen...

El Papa Francisco nos dice que hemos de privarnos no solo de lo que nos sobra sino de nuestras comodidades y aprender a prescindir de aquello que nos parece tan normal, a favor de los demás. No dar lo que nos sobra -por supuesto- sino también lo no imprescindible. Si un día entran en nuestra casa y nos llevan la mitad de nuestras cosas, yo puedo seguir viviendo perfectamente. Quizás nos romperían el ritmo de vida. Pero estaríamos en oportunidad de vivir con y como los pobres, como nos pide el evangelio.

Tenemos sobrada fuerza solidaria como para buscar una alternativa con una economía del bien común. Se trata de levantar el vuelo e ir creando otra economía partiendo no ya del capitalismo, que mata, sino del pensamiento y la actitud del bien común. Puede ser una alternativa a la crisis.

Y por supuesto, al compartir con los pobres, no nos podemos olvidar de los empobrecidos del tercer mundo. Tenemos aquí muy fuertes necesidades, pero no podemos olvidarnos de los que realmente mueren de hambre.

Descubramos nuestra generosidad y que sea en hora buena. Estoy seguro que nos va llevar más allá de la Navidad y va a ser cada día más una actitud permanente en nuestra vida.

 

Gerardo Villar

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