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NUEVA CRUZ, SIN CIRENEO

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Con bastante frecuencia los artistas han representado la imagen de Jesús y el Cireneo, al que las autoridades religiosas forzaron a cargar con la cruz (Mateo 27, 32). Hoy se repite la escena cuando el nuevo catecismo de la Conferencia Episcopal Española Testigos del Señor deja la imprenta, y carga inmisericorde el oprobio de la inmoralidad sobre la minusválida espalda de una sociedad ya en si misma marginada y sufriente.

Una cruz sobre la que, en el "Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi" de Palestrina, el pueblo implora un persistente "Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum".

Sería blasfemia, o al menos herejía, pensar que estas palabras y hechos pudieran atribuírsele a Jesús. Y Martin Buber (1878-1965), defensor de la alteridad como constitutivo del núcleo humano, lo reprobaría igualmente en su Yo y tú (Limod, 2006). "Toda vida verdadera es encuentro", dice el conocido pensador judío.

Curiosa coincidencia la salida al mercado de dicho catecismo, con la Fiesta del Orgullo Gay celebrada estos días en Madrid. En la lectura del Catecismo y su Guía Básica, ambos se me desencuadernaron en las manos como flor que se marchita. Una doctrina expuesta bajo la más rancia tradición de la episcopàlía española y para INRI, con la aprobación por decreto del Pontificium Consulium de Nova Evangelizatione Promovenda. ¿Un gol de penalty al papa Francisco?

Escuchemos sentencias como éstas, que empujan a la Iglesia hacia el precipicio de un suicida acantonamiento: "El Infierno es el estado de condenación de quienes después de la muerte están separados de Dios para siempre" (TS 204) o "Seguimos a Jesús cuando cumplimos la voluntad de Dios, manifestada en los Diez Mandamientos, tal y como los vivió y enseñó Jesús, y nos ha transmitido la Iglesia" (TS 2600) ¿Duda ahora alguien de por qué los jóvenes abandonan masivamente los estadios eclesiales? El Sol amenazaba con ponerse bruscamente sobre los montes otrora brillantes de Occidente.

Imagen que acompaña: Icono de los santos Sergio y Baco, patronos de las relaciones entre personas del mismo sexo, martirizados en el año 303 y militares importantes del ejército romano. Cuando el emperador ordenó que fueran despojados de su insignia militar y vestidos con ropa de mujer, ellos le respondieron: "Como novias nos has vestido con hábitos de mujer, y has hecho bien, pues novias somos, entre nosotros, y de Jesucristo". Se les pude contemplar en varias representaciones artísticas siempre juntos, algunas veces cabalgando como soldados, en pinturas típicamente matrimoniales o en pinturas con su uniforme militar y Jesús tras ellos.

cireneo

Textos antiguos de su martirologio los describen, como "erastai" (amantes, en griego). John Boswell (1947-1994), historiador de la Universidad de Yale, considera su relación como un ejemplo de las parejas homosexuales del principio del cristianismo, reflejando la tolerancia hacia la homosexualidad de los primeros cristianos. Para demostrarlo, ha señalado decenas de manuscritos originales, que presentan los rituales religiosos matrimoniales efectuados durante toda la Edad Media por sacerdotes católicos y ortodoxos dentro de las iglesias para consagrar bodas entre personas del mismo sexo.

Su obra, Las Bodas de la Semejanza, es un estremecedor alegato -646 páginas- apoyado en fuentes documentales extraordinarias: "La Iglesia primitiva no sólo era tolerante con las relaciones románticas y eróticas entre varones, sino que las santificaba ceremonialmente".

Dante en su enumeración de los castigos escatológicos de su época, coloca a los sodomitas en el nivel más alto del purgatorio ( Purgatorio, Canto 16), casi a las puertas mismas del cielo, fuera del infierno. Nuestros ilustres prelados, en cambio, arrojan a unos y a otros a las ardientes calderas de Pedro Botero, y se quedan tan felices. Como Gil y Santa en una de las Comedias religiosas de Tirso de Molina: "Si permite que mi Mar ica vuelva a casa sana, os diabros se van al alcrebite, donde Pedro Botero los batana en su caldero, quedaré contento".

Yo no voy a azuzar a los demonios para que los sacudan de lo lindo -aunque merecido lo tienen- pero sí a pedir a Dios que lean más y mejor el Evangelio y sean más compasivos. Que, como propone Dante Alighieri, prediquen más de amor y menos de castigo: "Tutti i miei pensier parlan d'amore".

Jesús no es propiedad privada, es de todos, y cada cual tiene su camino. Los textos místicos cosmopolitas han entonado siempre esa canción: "Eso en quien todos los seres residen y que reside en todos los seres, que es el organizador de gracia a todos, El Alma Suprema del universo, el ser sin límites: yo soy eso" (Amritabindu Upanishad).

Y personajes contemporánes como Anita Moorjani, la han vivido: "La religión es una senda para encontrar la verdad; pero la religión no es la verdad, solo una senda para acercarse a ella. Las personas somos diferentes unas de otras, y cada cual sigue su propia senda".

 

Vicente Martínez

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