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¡BUSCO UN HOMBRE!

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El reino de los cielos se extiende por toda la tierra; pero los hombres y las mujeres no se dan cuenta porque están tan perdidos en su sueño de individualidad que no lo ven (Jeff Foster, La vida sin Centro)

18 de enero, domingo II de TO

Jn 1, 35-42

Fueron, pues, vieron dónde residía y se quedaron con él aquel día.

A la pregunta de Jesús, ¿Qué buscáis? Respondieron: Rabí, ¿dónde vives? A Jesús le encuentran sólo los que le buscan, los que están abiertos a él, a su doctrina y a sus hechos. Una sentencia hindú nos dice que cuando el discípulo está preparado, aparece el maestro.

Juan y Andrés le siguieron porque lo estaban. Y Pedro también lo hizo cuando su hermano le comunicó la Buena Nueva de que le habían encontrado. La fe de Jesús es ardiente y contagiosa. Incapaz de contenerse en sí misma, le desborda y arrastra –fecundidad del tetimonio- a que otros se le adhieran. Es la fuerza incontenible de la llamada y misión que de todo ello se deriva. La manifiesta en Lc. 12, 49 cuando dice "Vine a traer fuego a la tierra, y, ¡qué más quiero si ya ha prendido!"

Ahora lo que pide es prolongarla. No supondrá problemas el hacerlo, dado el gran poderío del entusiasta contagio. El "eurocamen" griego –"¡lo hemos encontrado!"- entre admiraciones, es muy significativo de la alegría de encontrarlo. La misma significación de gozo que simbolizan las del "¡qué más quiero...!" de las de Jesús en Lucas.

Los incendios espirituales se dan sólo con el calor de la alegría y propician el contagio"Porque todo hombre alegre obra el bien, piensa el bien y no hace caso de la tristeza". De esta manera lo consideró la Iglesia primitiva en El Pastor Hermas (Mand. 10, 1). Y la Madre Teresa de Calcuta, que dejaba a la gente perpleja con su sonrisa y alegría del alma, que le salía mientras cuidaba a enfermos y menesterosos que el resto del mundo rechazaba.

"La alegría es el amor disfrutado; es su primer fruto. Cuanto más grande es el amor, mayor es la alegría, dejó dicho Santo Tomás en la Suma Teológica. Un amor que inunda a cuantos lo poseen, y que sienten y alegra a quienes les rodean.

Como leitmotiv musicales, Jesús y sus espejos suenan constantemente en la partitura de la vida. Y cada vez que suenan nos alertan para que su presencia no pase desapercibida y le encontremos. En 2001: Una odisea en el espacio, el tema "Así habló Zarathustra" de Richard Strauss es un ejemplo claro.

Diógenes fue un filósofo que, con un tonel por vestidura y en la mano una linterna, recorría las calles atenienses. Gritaba a todo el mundo: "¡Busco un hombre!" Quizás el que luego Juan, Andrés y Pedro hallaron en la riberas del Jordán junto a Betania.

¿Estaremos nosotros tan perdidos en nuestro sueño de individualidad que, como dice Jeff Foster, no le vemos?

 

LA IGLESIA DE SAN FRANCISCO

Un aire universal acuna mis sentidos,
la piel me rompe, me abre al viento.

Quiero salir de mi,
quiero estar dentro
de tu iglesia, Francesco,
remozando pilares,
torres reconstruyendo.

Una Iglesia de universales aires,
de cimientos
plantados extramuros.
Con tantas naves y cruceros
como culturas
viajan por mares y desiertos.

Con mirabs, y sagrarios;
y con sacerdotisas que celebran.
Con el bramán que entona junto a ellas
monódica salmodia.

Quiero rezar contigo, Poverello,
pues me siento
dossier de universales estructuras,
dossier de planos evangélicos.

Rezar y laborar contigo,
con Jesús... ¡y con el mundo entero!

(EN HIERRO Y EN PALABRA, Edicciones Feadulta)

 

Vicente Martínez

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