JESÚS NO QUIERE DISCÍPULOS A MILLONES
Eloy RoyJesús tiene un proyecto: inaugurar en toda la tierra un "mundo para todos y para todas". Por cierto, ese proyecto, al que le pone el nombre de "Reino", transciende ampliamente lo político-social, pero lo abarca en el más alto grado.
Para realizar su proyecto, Jesús, que sin duda ama entrañablemente a su pueblo, desconfía mucho de algunas de sus inclinaciones, -que muchos otros pueblos de la tierra comparten con él- como el odio a los enemigos, la costumbre de hacer de la venganza un deber sagrado, una obsesión por llegar a ser la nación más importante del mundo y una fascinación obcecada por los líderes carismáticos, por la magia, los milagros, las soluciones fáciles y la ilusión de un paraíso instantáneo.
Él cree que su proyecto es posible sólo poniéndole el hombro, mediante una fe inquebrantable en Dios, sin odios, sin fanatismos, sin lavado de cerebro, sin esperar éxitos inmediatos y sin pretender jamás lograr el bien por medio del mal.
Quiere discípulos para esto y no para otra cosa. Por eso no se deja obsesionar por la idea de que todos le sigan. A veces hasta parece hacer lo posible para desanimar a muchos de aquellos que se le acercan con la buena intención de sumarse a su grupito de discípulos.
A Jesús no le interesan las estadísticas ni las grandes cantidades. A los que insisten en tomarlo como gurú les aclara lo que podrá sucederles. Nada menos que despertar la cólera de quienes manejan el país en su propio beneficio y que no van a permitir que se les quite un pedacito de sus privilegios. En otras palabras, no les espera la paz sino la guerra y, finalmente, la cruz. En esto Jesús es muy claro y, por eso, muchos abandonan la idea de seguirlo. Jesús no llora por eso.
Porque él no aflojará. Su país y el mundo serán "para todos y para todas" o no serán para nadie. Él no se quedará esperando que papá y mamá estén de acuerdo con el plan, que el duelo por el abuelo recién fallecido se haya cumplido o que la tribu entera le haya dado su bendición... El que quiera seguirlo lo hará sin demora y sin mirar atrás, andando junto a él por el camino de los pequeños y los excluidos, con el ansia de un pastor pobre quien, no teniendo más que tres o cuatro ovejas, recorre todos los barrancos para encontrar la que se le perdió.
No todos deben seguirlo y está bien que así sea. Sin embargo, cuando la mies está en sazón y los cosechadores son pocos, se le pide al patrón que contrate más gente capaz. No por miles, ni por la eternidad, sino sólo para la época de realizar la cosecha.
No le interesa tener mucha gente detrás de él. A las multitudes que le siguen para que les alivie sus miserias, Jesús no les pide que se conviertan en sus discípulos. Al contrario. Él ha venido para ellas y es para servirlas que convoca a los discípulos. Él mismo las sirve, las atiende, ríe con ellas, camina junto a ellas. Les tiene compasión. Viene a liberarlas de su carga (y no a imponerles otra). No les pide que vendan nada para seguirlo. En realidad, es él quien las sigue. Les dice simplemente: "Toma tu camilla y anda. Ve y no peques más. No soy yo el que hace milagros, eres tú, es tu fe. Vuelve a tu casa y cuenta lo que Dios ha hecho por ti."
"No peques más", es decir: toma otro camino, toma el camino que conduce al Reino, o sea al "país-y- al-mundo-para-todos-y-para-todas".
"Muchos los llamados, pero pocos los elegidos", dice el Evangelio. Pocos efectivamente se animan a responder a la llamada porque el tiempo apremia y el cambio asusta, o porque ya se ha perdido el interés y falta la fe, o porque los encargados de recoger la mies no quieren trabajadores para un mundo nuevo sino simplemente para conservar y remendar el viejo.
Eloy Roy