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Libro de la biblia

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TODOS TRABAJANDO EN EL ÁRBOL

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Estaban hoy los chavales del pueblo trepando por los árboles. Con mucha agilidad. Y en el suelo estaban sentados los abuelos. Los veían y alababan la maravilla de agilidad, rapidez, soltura de los chavales. Pero, los abuelos seguían sentados. Ninguno se levantó del suelo. Solo se hacían lenguas de la agilidad de los chavales.

Lo que sí, había algunos jóvenes, que estaban almorzando un bocadillo, sentados en medio del árbol, a la altura del tronco y ramas. Y de vez en cuando les decían a los niños que tuviesen cuidado, que no se fuesen a caer, que se agarrasen bien.

Pero todos a una alababan a los niños: “qué ágiles están”.

Se me ocurre esta lectura al pasar por mi pueblo. Y me recuerda la acción de la Iglesia. Muchas personas hoy ponderamos al Papa y sus acciones, sus posturas, su entrega. Pero veo que la mayor parte a lo sumo admiramos el comportamiento, sus decisiones, su valentía, su estilo de evangelio. Y hay otras personas, con cierta responsabilidad en el árbol de la Iglesia que nos invitan a tener cuidado, a no subir demasiado, Volvemos y retrocedemos en liturgia, en compromiso social, en mensaje. Seguimos repitiendo las formas sin renovar el Mensaje del Evangelio y aplicarlo a la vida hoy y aquí

Muchas personas vemos desde abajo y nos dedicamos a alabar, a interrogar. Pero siento que nos cuesta horrores el dar paso en la misma dirección. ¿Cuántos inmigrantes acogemos en nuestras casas o en nuestros edificios? ¿Cuánto dinero invertimos en los pobres? ¿Cuántas parroquias acogemos a una familia? ¿Son nuestras misas celebraciones gozosas, participativas? ¿Hay corresponsabilidad en el anuncio del Evangelio hoy y aquí?

Siento que hay demasiadas personas mirando a lo alto del árbol. Como si el cambio en la Iglesia dependiese solo del Papa. Mientras seguimos tranquilos sentados en el suelo a la sombra viendo lo que hace. Quizás hasta con un poco de excesivo papismo.

Siento urgente el dar un paso serio, vital, hacia una vivencia nueva de Evangelio. Veo muy fuerte el cambio que hemos de realizar. Seguimos arreglando tejados, poniendo bonitas las fachadas pero no pasamos de la religiosidad a una fe personal en Jesús. Y no se trata simplemente de que participen más personas, sino de que el Evangelio sea hoy el motor de nuestra vida.

El edificio puede agrietarse. No se trata de que esté bonito, sino de que haya una presencia nueva sentida de Jesús en medio de nuestra comunidad.

¿No dijo el papa que cada parroquia acojamos a una familia? ¿No dijo el evangelio que “tuve hambre y compartiste conmigo la comida?

Ayer les propuse celebrar la eucaristía en la calle fuera del templo, como lo están viviendo millones de refugiados. ¿Es hora ya de una movida de justicia y paz?

Todos podemos arreglar: unos el tejado, otros las paredes, y otros, aunque solo sea aportar el cemento del Evangelio.

Todos a la obra. Sin quedarse nadie a contemplar y opinar.

 

Gerardo Villar

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