La Iglesia está llamada a ser la casa abierta del Padre… no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas (Papa Francisco)

1 de Mayo, VI domingo de Pascua

Jn 17, 20-26

Yo les di la gloria que tú me diste para que sean uno como lo somos nosotros. Yo en ellos y tú en mi, para que sean plenamente uno

Lo escribió en la Evangelii gaudium, n. 47,y lo ha repetido muchas veces en sus homilías y discursos. Preciosa metáfora e imagen para este 1 de mayo, día de la madre, ya celebrado en la antigüedad por griegos y romanos -Rea y Cibeles, madres de dioses- y posteriormente aplicado por la Cristiandad a la Virgen María. Actualmente la fiesta se conmemora en nombre de las madres en diferentes fechas del año, y en más de un centenar de países.

En este nuevo vientre eclesial se engendra y se gesta todo cambio. Cambio que necesariamente debe haber sido antes engendrado y gestado por el vientre común de quienes ostentan la corresponsabilidad de liderarlo. Cambiarse a sí mismo para cambiar su empresa es el lema, pero nos cuesta mucho hacerlo. Jon Kabat-Zinn ha dicho que “Cada uno de nosotros dispone de las mismas veinticuatro horas al día… Colmamos esas veinticuatro horas con tanto hacer que apenas tenemos tiempo para ser”.

Jesús era y hacía. Como era y hacía Kabir, místico musulmán y tejedor de tapices, que ya en el siglo XV transcendió las diferencias confesionales, y predicaba a sus discípulos mientras tejía:

“Es la música  del encuentro del alma,
es la música que hace olvidar todo el dolor,
es la música que transciende toda ida y venida”.

Predicó la unidad esencial de todas las religiones y fue crítico acerbo del hinduismo y el islam, sobre sus ritos sin sentido y repetición descuidada de mantras como consta en este poema:

“No estoy en el templo ni en la mezquita,
ni en el santuario de La Meca,
ni en la morada de las divinidades hinduistas.
No estoy en los ritos y las ceremonias;
ni en el ascetismo y sus renunciaciones.
Si me buscas de veras me verás enseguida;
y llegará el momento en que me encuentres”.

Se relata en el Libro de los Hechos (capítulo 15) que algunos de los discípulos bajaron de Antioquía a Jerusalén para solucionar los problemas surgidos en la comunidad cristiana. Pretendían con ello abrir las puertas de la comunión entre todas las comunidades y aceptar las diferencias existentes entre las mismas. En el Apocalipsis (capítulo 21) uno de los siete ángeles le muestra a Juan, la “Ciudad Santa, Jerusalén, que bajaba del cielo”, pues es aquí en la vertiente terrenal donde hay que edificarla.

En la ya citada Evangelii Gaudium, el Papa insiste en que “La Iglesia está llamada a ser la casa abierta del Padre”... y que “A menudo nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas.

ROMANCE DE GAIA

2. Anteo

Que nadie más repita que la Tierra
es de lágrimas valle, que es destierro.
Es mi madre, jardín y paraíso
de mi vida mortal, de mi alma y cuerpo.

¡Gaya feraz que los seres engendras!
Homenaje te rinden los tres Reinos
cuando a recibir vuelves sus fecundos
gérmenes en tu prolífico seno.

De ti sin cesar vienen y regresan
todos los vivientes. El himeneo
celebran de tus infinitas bodas
con zafiros, rosas y jilgueros.

Cada vez que te toca mi pie, madre,
-como le sucedió a tu hijo Anteo-
la fuerza y el vigor de ti recibo.
De ti, en ti y por ti sigo viviendo.

No permitas que Hércules me ahogue
entre sus musculosos brazos, fiero,
mis pies de tu contacto separando. 

¡Madre-Tierra,
te adoro...
mimo…
y quiero!

(SOLILOQUIOS.Ediciones feadulta)

Vicente Martínez