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FRANCISCO, EN SU DISCURSO DE RECEPCIÓN DEL PREMIO CARLOMAGNO

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Un discurso que pasará a la historia de la construcción europea. Y que, desgraciadamente, sólo quedará en el "sueño de una utopía" si no se toman medidas urgentes en lo tocante a la familia, el trabajo, la economía excluyente y los muros que se construyen para no dejar pasar al diferente. Ante la plana mayor de la política europea (entre ellos, el rey Felipe VI o Angela Merkel), y después de recibir el Premio Carlomagno por "ser la voz de la conciencia de Europa", el Papa se lo tomó a pecho y leyó la cartilla a los líderes del Viejo Continentes, a quienes exigió "capacidad de integrar, de dialogar y de crear", llamó a "construir puentes y destruir muros" y ante quienes denunció "una Europa cansada y envejecida, no fértil ni vital, donde los grandes ideales que inspiraron a Europa parecen haber perdido fuerza de atracción"

"Sueño una Europa joven, capaz de ser todavía madre: una madre que tenga vida, porque respeta la vida y ofrece esperanza de vida", dijo el Papa. "Sueño una Europa que se hace cargo del niño, que como un hermano socorre al pobre y a los que vienen en busca de acogida, porque ya no tienen nada y piden refugio".

"Sueño una Europa, donde ser emigrante no sea un delito, sino una invitación a un mayor compromiso con la dignidad de todo ser humano. Sueño una Europa que promueva y proteja los derechos de cada uno, sin olvidar los deberes para con todos -y concluyó- sueño una Europa de la cual no se pueda decir que su compromiso por los derechos humanos ha sido su última utopía". Con estas palabras concluyó Bergoglio un exigente y vibrante discurso de aceptación del Premio Carlomagno.

Estas palabras fueron el final de cerca de veinte minutos de duros alegatos en recuerdo de "la creatividad, el ingenio, la capacidad de levantarse y salir de los propios límites pertenecen al alma de Europa" y que hoy parecen olvidados. "¿Qué te ha sucedido Europa humanista, defensora de los derechos humanos, de la democracia y de la libertad? ¿Qué te ha pasado Europa, tierra de poetas, filósofos, artistas, músicos, escritores? ¿Qué te ha ocurrido Europa, madre de pueblos y naciones, madre de grandes hombres y mujeres que fueron capaces de defender y dar la vida por la dignidad de sus hermanos?", rugió Francisco, quien recordó a los líderes de hoy las palabras de Schumann o De Gasperi, que soñaron un continente unido, inclusivo, integrador, y no una Europa temerosa de sí misma, que construye muros de odio e indiferencia. 

 Es necesaria una "transfusión de memoria" en Europa, que ha olvidado quién fue y quién quiso ser. "Los proyectos de los padres fundadores, mensajeros de la paz y profetas del futuro, no han sido superados: inspiran, hoy más que nunca, a construir puentes y derribar muros. Parecen expresar una ferviente invitación a no contentarse con retoques cosméticos o compromisos tortuosos para corregir algún que otro tratado, sino a sentar con valor bases nuevas, fuertemente arraigadas", subrayó el Papa Francisco. Y más de uno de los asistentes seguramente se preguntó si no fue una mala idea la concesión de este premio a un hombre venido del fin del mundo para contar las verdades del barquero.

"Estamos invitados a promover una integración que encuentra en la solidaridad el modo de hacer las cosas, el modo de construir la historia. Una solidaridad que nunca puede ser confundida con la limosna, sino como generación de oportunidades para que todos los habitantes de nuestras ciudades -y de muchas otras ciudades- puedan desarrollar su vida con dignidad", continuó Francisco, quien animó al "encuentro de civilizaciones" y a una "cultura del diálogo" que "nos permita mirar al extranjero, al emigrante, al que pertenece a otra cultura como sujeto digno de ser escuchado, considerado y apreciado".

"Hoy urge crear «coaliciones», no sólo militares o económicas, sino culturales, educativas, filosóficas, religiosas. Coaliciones que pongan de relieve cómo, detrás de muchos conflictos, está en juego con frecuencia el poder de grupos económicos. Coaliciones capaces de defender las personas de ser utilizadas para fines impropios. Armemos a nuestra gente con la cultura del diálogo y del encuentro", añadió, clamando puestos de trabajo dignos y un futuro para los jóvenes, "que ya son el presente".

Francisco también tuvo duras palabras para el actual sistema económico. Así, animó a "pasar de una economía líquida, que apunta al rédito y al beneficio, basados en la especulación y el préstamo con interés, a una economía social que invierta en las personas creando puestos de trabajo y cualificación. Tenemos que pasar de una economía líquida, que tiende a favorecer la corrupción como medio para obtener beneficios, a una economía social que garantice el acceso a la tierra y al techo por medio del trabajo como ámbito donde las personas y las comunidades puedan poner en juego «muchas dimensiones de la vida (...).Si queremos mirar hacia un futuro que sea digno, si queremos un futuro de paz para nuestras sociedades, solamente podremos lograrlo apostando por la inclusión real: «esa que da el trabajo digno, libre, creativo, participativo y solidario»".

 

Jesús Bastante

Religión digital

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