“Quien de este yunque extraiga la espada, será el legítimo soberano de este reino” (Merlín, opera de Isaac Albeniz)

5 de junio, domingo X del TO

Lc 7, 11-17. ¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!

La resurrección del hijo de la viuda pobre de Naín no fue un milagro. Fue una demostración de la identificación de sus sentimientos con los del pueblo. Un recordar a sus discípulos que resucitar no es pasar a la otra vida, sino quedarse en ésta en otro estado. Cuando le preguntaron al Papa si Jesús resucitó de veras, él respondió: “Quien resucitó fue Pedro”. La experiencia pascual sirve para tomar conciencia de que Jesús resucitó no en ni con, sino dentro de nosotros, aunque a la vista del vecindario. En su Carta a los Gálatas (1, 11-19) Pablo manifiesta su misión de anunciar a los gentiles. Y de tal modo identificado  con ese Jesús resucitado, que se atreve a decir de sí: “ya no soy yo, es el Mesías quien vive en mí” (Gál 2, 20).

La Primera Carta Pastoral de Pablo a Timoteo es una Carta Magna, de la jerarquía eclesial, de lo que él deseaba fuera y debería ser hoy El tiempo de la Iglesia. En el capítulo 3 dice que “el obispo ha de ser intachable, fiel a su mujer, sobrio, modesto, cortés, hospitalario, buen maestro”. Y a los diáconos recomienda: “sean fieles a sus mujeres, buenos jefes de sus hijos y de sus casa”. Contraste poliédrico con la imagen que esculpe la ópera Merlín de Isaac Albéniz.

El escenario: Un bosque; un bloque de  mármol con una espada de piedras preciosas clavada en la piedra. A su vera, la catedral londinense de San Pablo. Los Monjes, símbolo de la más rancia Iglesia, entonan el Himno gregoriano de San AbrosioVeni Redemptor Gentium (Ven Redentor de los Pueblos). Aparece aliada del Mago Merlín con los caballeros del Reino y el Arzobispo, dispuestos a elegir al nuevo rey de Inglaterra. Música solemne de resonancias wagnerianas en el templo. El Arzobispo espera que alguno de ellos arranque la espada y afirma: Quien de este yunque la extraiga, será el legítimo soberano de este reino. Vano empeño; ninguno logra sacarla.

Entonces cambia el decorado: Llega un hombre normalmente vestido como procedente del pueblo, sin la armadura de los nobles y la pompa del Arzobispo, y extrae la espada sin esfuerzo, liberando con ello al reino de cadenas invisibles. La bruja Morgana, también aliada de las fuerzas vivas, grita: ¡Es pura magia salida de la varita mágica del mago! El Coro canta: ¡Que Dios bendiga al rey Arturo y salve al Estado! ¡Arturo simboliza la clemencia y el poder! ¡Inglaterra -la turbulenta- nunca antes gobernada por nadie, la Jubilosa, sol de la cristiandad, plena sea tu luz!

El rey perdona a Morgan, Gawain y Pellinores, que le habían traicionado: “No quiera Dios que tomemos venganza. Os otorgo el perdón en el nombre de Jesús, así como rogamos a Dios nos perdone a todos y cada uno de nosotros”. Y les propone cambio de vida, que únicamente acepta Gawain.

Finalmente, y como deseo del cambio -en el nuevo Tiempo de la Iglesia- Arturo le dice a su amada Ginebra: “Guíe cual estandarte al viento el ardor de tus ojos este reino hacia las más nobles gestas y proezas”. Y al Mago Merlín: “Vete, las fuerzas de la naturaleza nada pueden contra el amor”.

DAVID Y GOLIAT
(Siempre es Historia)

El circo de mi vida, cerrado estuvo un tiempo.
Eran los años del “panem et circenses”,
más tarde trasladado al “Vaticanus Mons”
y de él al mundo entero.

Siguió el Circo cerrado. Y dentro,
-degollando el cristiano que yo era-
Goliat con dogmática espada y legal solideo.

-“La sombra del ciprés es alargada”, me dije con Delibes.

Armado de valor, eché mano a la honda.
Del morral de mi mente
saqué con rabia el guijarro certero
que le impactó en la frente.

Mi Colosseum Flavian quedó abierto
y en Roma… un filisteo gigante
vive muerto.

(EN HIERRO Y EN PALABRAS. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez