LA ORACIÓN PERSEVERANTE
Vicente MartínezThe tears I shed yesterday have become rain (Thich Nhat Hanh)
16 de octubre. Domingo XXIX del TO
Lc 18, 1-8
Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres
“Las personas viajan, dijo San Agustín, para maravillarse ante las alturas de las montañas, las enormes olas del mar, los largos cursos de los ríos, la inmensa vastedad del océano, el movimiento circular de las estrellas; y, sin embargo, se contemplan a sí mismos sin mostrar el menor asombro”. No son conscientes de que orar es asomarse al interior de sí mismos.
Eso le sucedía al fariseo, que daba gracias a Dios porque no era como los demás hombres mientras el publicano no se atrevía a levantar los ojos al cielo y se golpeaba el pecho. ¡Qué diferente se ha mostrado el Papa en su reciente viaje a Arzerbaiyán y Georgia! En su visita del 3 de octubre a la catedral ortodoxa de Svetitskhovelih recordó al patriarca Elia II el versículo 1 del Salmo 133: “Cómo es bello y dulce que los hermanos vivan juntos en armonía”. Alguien dijo que la música–y otro tanto podríamos decir del Evangelio–, está más relacionada con la vida interior que con la realidad externa. Por eso tanto una como otro son capaces de transformar internamente al hombre.
No me gusta el Moisés de Éxodo 17 con los brazos levantados para pedir a Dios la victoria de Josué contra Amelec en Refidim, quizás influenciado por la vana promesa del Salmo 120: “el auxilio viene del Señor que hizo el cielo y la tierra”.
¿Pero qué Dios puede ser ese que permite vencer al enemigo pasando al ejército y al pueblo por la espada? ¿Es que puede haber oración de venganza? La del profeta y legislador de Israel fue perseverante y vengativa. Hasta que se puso el sol estuvo en oración. Pagó su pecado no pudiendo alcanzar la Tierra Prometida. Únicamente la vio desde el Monte Nebo con aquella mirada de deseo con que le esculpió Miguel Ángel en mármol de Carrara, y las Tablas de la Ley –ley más que amor– bajo su brazo.
Su protector Julio II, conocido como el “Papa Guerrero” por la intensa actividad política y militar de su pontificado (1503 a 1513), manejaba con más destreza la espada para derrotar a sus enemigos que las rodillas para pedir por ellos. Frecuentaba con más devoción los campos de batalla que la iglesia. Todo lo contrario de lo que dice y hace nuestro Papa Francisco que, en carta vaticana del 7 de julio de 2016 a los obispos les propone la “Red Mundial de la Oración al servicio de los desafíos de la humanidad y de la misión de la Iglesia”.
Los empobrecidos tienen que empezar y perseverar en la lucha por la justicia con palabras y hechos. Incluso teniendo en cuenta que hay jueces y sistemas inicuos que, con toda seguridad, no sólo no defenderán su causa, sino que la tildarán de subversión, rebelión, terrorismo y peligro para la nación y para la estabilidad social. Lucas nos propone hoy la parábola de la viuda y el juez injusto, en la que nos manifiesta la necesidad de “orar siempre y no desmayar”. El mejor camino para ello es, como decía Thich Nhat Hanh: “Las lágrimas que derramé ayer, se han convertido en lluvia”. En nube que fecunda la tierra y todo lo transforma.
Hablando de la dimensión religiosa de su poesía, decía Dámaso Alonso que en ella estaba, precisamente, “la raíz de su pensamiento poético”. En su soneto Hombre Dios podemos apreciarlo claramente.
HOMBRE DIOS
Hombre es amor. Hombre es un haz, un centro
donde se anuda el mundo. Si Hombre falla
otra vez el vacío y la batalla
del primer caos y el Dios que grita «¡Entro!»
Hombre es amor, y Dios habita dentro
de ese pecho y profundo, en él se acalla;
con esos ojos fisga, tras la valla,
su creación, atónitos de encuentro.
Amor-Hombre, total rijo sistema
yo (mi Universo). ¡Oh Dios, no me aniquiles
tú, flor inmensa que en mi insomnio creces!
Yo soy tu centro para ti, tu tema
de hondo rumiar, tu estancia y tus pensiles.
Si me deshago, tú desapareces.
Vicente Martínez